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La falsificación de la realidad

La Argentina en el espacio geopolítico del terrorismo judío


Por Norberto Ceresole

 
Índice - Introducción - Capítulo 1º - Capítulo 2º - Capítulo 3º - Capítulo 4º

 Capítulo 5º - Capítulo 6ºCapítulo 7ºAnexo al Capítulo 7º - Epílogo


EPÍLOGO

 

CAMBIO DE ESCENARIO

 

"Debemos andar a través de la noche"

Fragmento de una carta de Martin Heidegger a
Rudolf Stadelmann, fechada el 20 de julio de 1945

 

La mentira más grande creada por el hombre desde el Antiguo Testamento, el Mito del Holocausto, no puede ser entendida fuera de una determinada explicación de las causas que originaron la llamada "segunda guerra mundial". Es indudable que los mitómanos integrantes de las legiones de historiadores oficiales -en todo el mundo occidental- que culpan sistemáticamente a Alemania de haber causado el conflicto. La culpabilidad alemana, no sólo en cuanto a la "cuestión judía", sino sobre todo respecto de los comienzos de la "segunda guerra mundial" se ha convertido en una "verdad" casi incuestionable y en un elemento fundacional de la cultura occidental actual. 

Yo soy un hombre de la periferia del mundo occidental. La Periferia de Occidente es una región del mundo en la cual la cultura de Occidente llega ópticamente invertida, como en el espejo de Alicia en el país de las maravillas. Siempre conocemos los efectos que produce esa cultura, pero nunca sus causas. Es decir, que estamos doblemente alienados: a la verdad oficial occidental, por un lado, y a la verdad oficial invertida, que es como llega a su Periferia la cultura elaborada en el Centro de Occidente. 

Este mismo libro comenzó a redactarse en la periferia del mundo occidental. Estar en la periferia de ese mundo significa estar afectado por una frontera histórica y por una frontera geográfica, al mismo tiempo. Seguir estando en la periferia significa que seguimos viviendo en países que carecen de ser histórico, es decir, países cuya voluntad (según Heidegger) se ha anulado y auto-anulado. Toda la lucha consiste en definitiva en recuperar esa voluntad para dejar de no-ser. Pero la energía que aún perdure dentro de la sociedad periférica sólo se podrá aplicar hacia el futuro. El pasado es irrecuperable y debe ser estudiado como pasado periférico, nunca como ser histórico. La continuidad de la dependencia es la hegemonía del pasado oficial periférico sobre el futuro que aspira a construir su propia historia. En la periferia estuvimos afectados por una situación internacional que no podíamos ni controlar ni modificar, y asimismo por las imágenes falsas proyectadas desde la evolución política central, que hasta el momento nos condujeron hacia falsas soluciones y caminos sin salida. 

Vista desde la periferia la "segunda guerra mundial" fue un hecho que no produjo sino beneficios objetivos para nuestros pueblos. Se necesitó inyectar altas dosis de "ideología democrática" para convencer a los "periféricos" de que Alemania representaba el lado malo del mundo. Nuestros comunistas periféricos sostenían exactamente lo mismo, pero desde otro ángulo: la URSS era el lado bueno del mundo. En la Argentina esas presiones ideológicas vinieron acompañadas de violencia política. En el año 1955 se produjo una insurrección cívico-militar contra el gobierno legítimo (democrático) del general Juan Perón. Esa insurrección produjo muchos miles de muertos, especialmente en el "bajo pueblo" peronista. Aún hoy no se ha investigado con exactitud cuántos miles de muertos. La "alianza de los Aliados" del lado bueno del mundo, la "democracia" y el "socialismo real", habían vencido provisoriamente al lado malo de Argentina. 

Para los Aliados "progresistas", la URSS era el lado bueno del mundo que había conseguido la victoria contra la "bestia nazi". La última fase de la segunda guerra civil europea de treinta años -llamada Segunda Guerra Mundial- fue sin duda una catástrofe de magnitud inigualada en la historia del género humano. Pero como tal puede ser considerada apenas una introducción al sismo geopolítico que representó la implosión soviética, primero, y rusa, después, cuyos efectos recién comienzan a manifestarse y a percibirse. 

En la decadencia del proceso de la revolución rusa existió un grupo de judíos "reformistas", que emergen del mismo seno del PCUS (más concretamente, del Komsomol -organización de los jóvenes comunistas), que comenzaron a construir la sociedad burguesa en una sociedad sin burguesía, y la "democracia", en una sociedad sin tradiciones "democráticas" en absoluto. Esos "jóvenes comunistas", casi todos ellos judíos, logran apropiarse de manera mafiosa -esto es, bajo la forma de la rapiña- del ahorro social de todo el período soviético, al que convierten en "capital original" de su ascenso privado a "clase hiper-burguesa". Hoy son ellos, esos banqueros judíos producidos por el PCUS y por el "marxismo leninismo" (etapa final, aunque no contradictoria del racionalismo iluminista occidental), los que controlan casi en exclusiva los destinos de Rusia. 

Los judíos en altos puestos del ejecutivo ruso son muchos y ocupan posiciones claves. Entre estos se destacan Anatoli Chubais, Yakov Urinson y el vicesecretario del Consejo de Seguridad, Berezovski; a nivel legislativo está Yavlinskii y muchos miembros de su organización Yavloko. En el sector económico su presencia es aún más destacada, específicamente en el sector bancario. Los presidentes de los poderosos bancos rusos Alfabank, Stolichnibank, Menatep, Rossiski Kredit y Most son todos judíos. Gusinski, actual presidente de la comunidad judía de Rusia, controla la editorial Siem Dñiei, responsable de la edición de revistas y periódicos como el conocido diario Segodnia y el semanario Itogui que se comercializa en el país junto a Newsweek. Gusinski controla además cinco canales televisivos a través de dos de sus compañías y aspira a ampliar su radio de acción. En el caso de Gusinski, éste vio en los medios de información masiva un área privilegiada para la inversión de capital y protección de sus intereses en ese proceso, el cual, según sus propias declaraciones, inició desde Gorbachov. 

Después de concluidas las elecciones presidenciales del 3 de julio de 1996 en Rusia, algunos personajes judíos de la política en ese país han hecho público lo que se empeñaban en ocultar en aquel entonces: su apoyo financiero y publicitario a la candidatura de Yeltsin. En unas reveladoras "confesiones" de Berezovski, transmitidas por el canal 2 de la TV israelita el 3 de octubre de 1996 y mostradas de modo fragmentado en Rusia a través del canal Ruski Dom el 21 de noviembre, este señor dijo ser consecuente en política y que había expresado esta actitud brindando "colosales cantidades de dinero que se invirtieron en la campaña"... y lo fundamental, en su opinión, fue que pudieron "garantizar el nuevo negocio ruso". En similar dirección también fueron las declaraciones de Gusinski. Este nivel de compromisos de Yeltsin con los círculos financieros se puede constatar en la sección del periódico Izvestia, que se edita en páginas rosadas y se prepara junto al Financial Times, donde se recogen constantemente las deudas y compromisos del gobierno ruso con los bancos. 

Según datos aportados recientemente por investigadores del Departamento de Sociología de la Academia de Ciencias de Rusia (Instituto de Estudios de las Élites), el 80% de la élite del poder hoy en Rusia es judía o medio judía. Esa hegemonía étnica es mayor cuanto más alto se haga la medición en la pirámide del poder pos-soviético. El vértice de esa pirámide está constituido por cinco bancos, cuyos propietarios son todos judíos (uno de ellos es asimismo presidente del Consejo Ruso del Consejo Judío Mundial). De esta situación nace el hecho de que el 30% de la población -crecientemente empobrecida- tenga fuertes sentimientos "antisemitas", y de más del 50% considere a los judíos como al "enemigo interno de Rusia".

Esta situación cobra todo su significado si pensamos que la demografía rusa está sufriendo una verdadera catástrofe, no sólo por la relación negativa entre la tasa de mortalidad y la de natalidad (8 muertes por cada nacimiento), sino además por las migraciones forzadas a que se ven sometidos los rusos étnicos: 50 millones de ellos vivían fuera del territorio ruso, en territorio "soviético". Estas migraciones afectan muy poco a la comunidad judía dirigente, cuyo lugar de residencia son las grandes ciudades (el creciente enriquecimiento de Moscú -uno de los conglomerados urbanos más caros del mundo- y la expulsión de la capital de los habitantes más pobres debe verse dentro de esos dolorosos procesos migratorios).

A partir de estos datos básicos se puede inferir que la práctica totalidad del poder hoy está en manos de grupos judíos: ello condicionará de manera decisiva el comportamiento internacional de Rusia. Cuando analicemos, en trabajos posteriores, la situación militar veremos con más detalles cuál ha sido y cuál será el objetivo de una "política de defensa" orientada a la destrucción militar de Rusia y a la feudalización y privatización de las fuerzas armadas.

El impacto económico y estratégico de esta realidad puede ser medido relacionalmente. Hacia fines de los años sesenta la economía soviética era cinco veces más grande que la economía china. Hoy, hacia fines de los 90, es cinco veces más pequeña, en términos de PIB, y la diferencia tiende a incrementarse. Y mientras en el lado ruso de la frontera viven 30 millones de habitantes, en el lado chino lo hacen 300 millones. En la frontera con el Asia Central existen, oficialmente, 8 millones de musulmanes en el actual territorio ruso. Pero extraoficialmente se admite que los musulmanes suman 30 millones; un quinto del total de la población rusa.

En forma muy sintética hemos tratado de definir la etapa final del "progresismo soviético". Ahora volvamos a la Argentina. 

En su origen, en 1946, el primer gobierno democrático del general Perón había sido calificado de "nazi-fascista" por la totalidad del establishment, y especialmente por el Partido Comunista en la Argentina, que siempre contó con una proporción extraordinariamente alta de judíos inmigrantes en sus filas, casi todos ellos originarios de la Europa central y oriental. Nueve años más tarde el mismo Partido Comunista colabora activamente en el derrocamiento militar del general Perón, a pesar de que estaba archidemostrado el hecho de la base proletaria del peronismo. Pero se trataba de un proletariado empecinado en no aceptar las lecciones de marxismo a cargo de judíos asquenazis que no tenían ningún vínculo con la Patria de los argentinos. Esa Patria, ya lo hemos visto, había sido fundada antropológicamente por el peronismo. El proletariado "negro" argentino fue percibido por los marxistas, judíos y no judíos, como una "masa desideologizada", como "primitivos sin conciencia de clase". Ello propició reiteradas alianzas entre la oligarquía terrateniente conservadora, el partido comunista "argentino" y otros grupúsculos, armados y desarmados, de una izquierda que jamás se ha identificado con la "comunidad del pueblo", tal como la define Heidegger, para Alemania, y el Imam Jomeini, para la Umma musulmana. 

Luego de su caída, el peronismo se convierte en resistencia popular, un fenómeno social que no se verificó en absoluto cuando la URSS se fracturó en repúblicas capitalistas. Desde esa resistencia popular emerge lentamente una "izquierda peronista" que en primer lugar trata de conectarse con la revolución cubana, que tanta influencia tuvo sobre nuestra generación. Es a partir de la revolución cubana que muchos militantes del peronismo resistente acceden a una visión de la historia mundial contemporánea provista, hasta la última coma, por los soviéticos, es decir, por una de las facciones de los Aliados vencedores de la llamada "segunda guerra mundial". De allí que, también desde ese ángulo, penetra la "culpabilidad alemana" (responsabilidad por haber generado esa "segunda guerra mundial") y la gran mentira del siglo, la "matanza de judíos", llamada "Holocausto". La izquierda peronista y la izquierda de muchos otros movimientos nacionales en todo el mundo periférico (ello sigue siendo particularmente evidente, hoy, en Palestina), estuvo siempre absolutamente convencida de la culpabilidad alemana y de la existencia objetiva del "Holocausto". Y del pasado esplendor del "paraíso del proletariado", la "estrella luminosa que guía a la revolución mundial". Acabamos de ver en los periódicos a Yassir Arafat en la "casa de Anna Frank", en Amsterdam, avalando uno de los fraudes más miserables de la imaginería judía: los falsos diarios de Anna Frank. Ha sido el último gran servicio prestado por la OLP a los enemigos judíos del pueblo palestino. 

La primera imagen del mundo a la que accedemos en la periferia es, entonces, la oficial (efectos sin causas). La que se nos enseña desde la escuela elemental hasta la universidad. Ella nos muestra un mundo "invertido". Nos muestra el mundo tal como es hoy para la periferia y, por lo tanto, se nos enseña desde niños la falsa historia que debió recorrer la "realidad" para llegar a donde hoy ha llegado, y se concluye: este es el mundo real, no hay otro mundo. Nosotros, se nos dice, somos el resultado de una determinada construcción historiográfica, y como las políticas del presente están fundamentadas en ella, no deja de existir una cierta coherencia entre la historia y la imagen de la historia. En definitiva: también nosotros somos Occidente, se dice. La imagen oficial es la que actualmente determina las políticas de Estado en casi toda la periferia. 

Durante muchos años existió otra imagen del mundo: la imagen "alternativa", representada por el marxismo, en sus variantes más diversas. Con esa imagen sucedió lo mismo que con la URSS: terminó siendo absorbida por la imagen oficial que Occidente, la facción hegemónica de los Aliados vencedores, construyeron sobre sí mismos. En ninguna parte del planeta el marxismo fue nunca la alternativa radical al mundo "existente". De allí que todos los gobiernos cipayos de la periferia tengan un ala o una alternativa "progresista": "Chiapas versus PRI, o "centro izquierda versus justicialismo". Progresismo y cipayismo son las dos caras de una misma y única moneda. Durante mucho tiempo las dos imágenes del mundo conspiraron para ocultar los verdaderos puntos de ruptura del mundo real. Así se produce una dicotomía inversa entre el "bien" y el "mal", entre lo "positivo" y lo "negativo", entre "progreso" y "decadencia", etc. 

La totalidad del establishment periférico se alineó y se alinea con los dueños del mundo. Así es que cuando se produce el hecho capital del este siglo, la eclosión de la llamada segunda guerra mundial, las dos imágenes del mundo coinciden en condenar al "agresor". Alemania es presentada como el "perturbador del sistema" tanto desde dentro como desde fuera del "capitalismo occidental". La confluencia entre democráticos y comunistas fue total durante muchos años, y bajo formas distintas lo sigue siendo hasta el día de hoy. Es rigurosamente cierto que este fenómeno se registró en la totalidad del planeta, y no sólo en el mundo periférico. En ese sentido son absolutamente memorables los párrafos correspondientes del Testamento del Ayatollah Jomeini. 

Pero en el mundo periférico, como siempre, hubo un agravante. Fueron muy pocos los que percibieron la fractura, y muchos menos los que vieron en esa fractura una oportunidad real para comenzar a "fabricar", por fin, la propia historia, desde los hechos nuevos hasta las nuevas imágenes liberadoras. Si Alemania no es la "maldad absoluta", el "nazi-fascismo criollo", el peronismo, que es una consecuencia directa de la "segunda guerra mundial", podría ser una cosa muy distinta de la imagen siniestra que sobre él se ha construido. 

Sin embargo se había producido una fractura en el mundo. Había surgido no una "clase revolucionaria" aprisionada en una ideología de corte occidental, sino una potencia revolucionaria, poseedora de un espacio geopolítico y de una ideología radicalmente antagónica con el mundo existente. La percepción de esa fractura que provoca la emergencia de la potencia revolucionaria (el hecho capital que un siglo antes tanto preocupó a los participantes del Congreso de Viena) es anulada desde los dos ángulos de la realidad: desde lo establecido y desde el revolucionarismo puramente social. 

La perversión a que ha llegado el mundo real actual hace imposible seguir pensando como antes: de que la única opción ante la conservación de lo real es el progresismo. Esta perversión no puede ser sino el resultado de una historia perversa que tachó de perversas a otras historias posibles. El final de la SGM es el comienzo del Orden Mundial que aún hoy nos afecta. Ese mundo así "ordenado" que nace allí, en ese momento, es por supuesto el resultado de una evolución anterior, pero sobre todo es el nacimiento de un sistema distinto de dominación y de explotación: el que hoy nos oprime. Es esa opresión insoportable la que nos incita a revisar el pasado. Tal incitación, finalmente, es la señal más clara de que estamos llegando al final de un proceso histórico, lo que a su vez exige una radical transformación de las visiones historiográficas. 

La revisión sistemática del pasado nos lleva a conclusiones extraordinarias: 

La gran maldad de este siglo (Alemania-Holocausto) no es más que una ficción, un Mito perverso.

La segunda guerra mundial, el acontecimiento más trascendente de este siglo, no fue una responsabilidad exclusiva de Alemania sino, como mínimo, una responsabilidad compartida con la URSS, por un lado, y con Occidente, por otro.

Si bien es relativamente lógico poner como piso la "teoría de la responsabilidad compartida", es asimismo posible avanzar hacia la hipótesis de la "no responsabilidad alemana".

La revisión del pasado nos lleva necesariamente a rescatar del "olvido" las acciones de uno de los factores históricos más importantes de este siglo: el judaísmo, ya sea bajo su forma sionista-europea o bajo otras formas, como la religiosa-mesiánica que emerge en esta etapa de la evolución del Estado de Israel.

Tomar en consideración con toda seriedad y responsabilidad el factor judío en la evolución histórica de este siglo, nos lleva fuera de la "historia de las ideas", fuera de la historia de la "lucha de clases", incluso fuera de la historia de las naciones: nos coloca directamente sobre la influencia del factor racial y religioso.

Fue Ernst Nolte quien inició una línea de investigación correcta pero ya insuficiente: la línea por la cual hay una responsabilidad compartida. Pero Nolte se impuso un límite que hoy es inaceptable: la responsabilidad no está "repartida" sólo entre Alemania y la URSS. Hay un tercero en discordia: Occidente (lo que quiere decir alianza británico-norteamericana y lobby judío en ambas márgenes del Atlántico Norte).

Existe ya una impresionante acumulación de datos que señalan un claro proceso de agresiones de las cuales Alemania es la "víctima", aunque no en estado puro, naturalmente. Nunca en la historia hubo víctimas o victimarios en "estado puro". Si bien Alemania es principalmente víctima, puso también su cuota victimaria, no tanto volcada hacia Occidente, sino sobre todo hacia el mundo eslavo. Pero es indudable que ese perfil "perverso" de Alemania es más el resultado de una cadena de acontecimientos que una causa original.

Sin la menor duda existe una continuidad clara y nítida entre 1914 y 1945. En primer lugar en ambas guerras se repite el mismo esquema estratégico: Mundo Marítimo más Mundo Continental contra las Potencias del Medio (Mitteleuropa). Sin la extrema fatiga de la máquina militar rusa que se agota al promediar la (primera) guerra, no se hubiese producido en absoluto la revolución bolchevique (hegemonía ideológica leninista = revolución mundial). Si la sociedad y el Estado rusos hubiesen tenido mayor complejidad no se habría podido identificar con tanta claridad el concepto de "revolución mundial" con la expansión del Estado soviético. Es esta expansión del Estado soviético y la posición extremadamente satelital del PC Alemán lo que produce un estado de alerta general en Alemania. 

Mientras tanto Inglaterra, pero sobre todo Francia, tratan de mantener a Alemania bajo tutela. Durante muchos años Alemania fue una verdadera colonia económica, política y militar de las dos principales potencias occidentales. En ese sentido la derrota francesa de 1940 no fue una "agresión alemana", sino la exacta continuidad de 1918. 

Cuando Alemania invade a Polonia ya había pasado realmente lo peor: Inglaterra y Francia habían aceptado de hecho el doble Anschluss austríaco-bohemio. Hoy en día ya no se puede negar que el gobierno polaco no sólo no accede a las peticiones alemanas relativas a Danzig, que eran extremadamente razonables, sino que desarrolla claras provocaciones contra Alemania y contra las minorías germánicas de la población polaca. En esas acciones Varsovia estuvo respaldada por París, pero sobre todo por Londres. La invasión de Polonia origina la declaración formal de guerra a Alemania, tanto de París como de Londres. Catorce días después Rusia también invade Polonia. No hubo declaración de guerra ni de Londres ni de París a la URSS. A pesar de la existencia de solemnes tratados de asistencia mutua entre Varsovia y Londres y entre Varsovia y París. 

Una vez que Francia estuvo vencida y existía un gobierno de Kollaboration en Vichy, Alemania, llevada por las debilidades italianas, invade los Balcanes y desembarca en el norte de África. El Afrikakorps era un ejército minúsculo y sobre todo mal equipado comparado con el grueso de las divisiones alemanas estacionadas en el frente ruso (150 divisiones soviéticas estaban en la Polonia ocupada por la URSS) aún inactivo. La Kriegsmarine presiona sobre Hitler para expandir lo que ella llamaba la "estrategia mediterránea". Sin embargo, se produce la Operación Barbarroja. 

¿Fue "agresión" la invasión alemana a la URSS? ¿O fue otra cosa muy distinta llamada "guerra preventiva"? En estos momentos, cuando ya no existe la posibilidad de descubrir nueva documentación, son las interpretaciones las que valen. Pero no se trata de "interpretar", con más o menos lógica, un hecho baladí. Se trata de la circunstancia, por qué no decirlo, más decisiva de la historia de la humanidad. Nada es comparable con el estruendoso y sangriento choque entre el mundo germánico y el mundo eslavo. Ningún otro acontecimiento de la Historia tuvo una magnitud similar y, finalmente, consecuencias tan universales. De ese choque entre dos Estados ideológicamente antagónicos surge la hegemonía actual del capitalismo occidental. Y del mundo tal cual es hoy. 

Fuera de los discursos elaborados para la llamada "guerra ideológica" hay tantos argumentos de peso a favor de la "agresión" como a favor de la "prevención". Por un lado, luego del pacto Molotov-Ribbentrop, las posibilidades de un ataque soviético a Alemania disminuyeron significativamente. Por otro lado, existían 10.000 blindados soviéticos y una cantidad extremadamente alta de aviones en la Polonia ocupada por el Ejército Rojo, muy cerca de la nueva frontera alemana. El problema, finalmente, puede ser planteado así: Stalin esperaba dilatar al máximo la entrada en guerra de la URSS; Hitler exactamente lo contrario. Cuanto más tiempo transcurriera, más posibilidades existían para la repetición de una alianza como la de la primera guerra: Rusia más mundo marítimo contra las potencias del centro. La victoria de Alemania sobre Inglaterra, por ejemplo, hubiese sido intolerable para Moscú. La victoria de Alemania sobre la URSS hubiese sido intolerable para Londres. En última instancia quien decidió el día y la hora fue Hitler y no Stalin.

 

Hoy ya es posible realizar una evaluación general del conflicto, y analizarlo como un sistema de acoso militar a Alemania que comienza en 1914, y que por ello se ve obligada a realizar una "guerra de supervivencia". Hacia mediados de los años 30, el acoso militar a Alemania fue concebido como la "muerte de Alemania". Todas las acciones de guerra se derivan de este dato básico. Incluidos los graves errores de los alemanes, sus percepciones falsas, y también, naturalmente, los crímenes de guerra cometidos por los alemanes. Pero dentro de esa categoría de "crímenes de guerra" que cometieron todos los contendientes, no se encuentra el llamado "Holocausto judío". Ya no hay dudas de que él fue una pura invención de la guerra psicológica que comienza a insinuarse en los "juicios" de Nuremberg. Al finalizar la guerra llamada "segunda" y "mundial", se inaugura el Tribunal Militar Internacional (TMI). El llamado Tribunal de Nuremberg fue una continuación del esfuerzo bélico Aliado. Fue asimismo el primer "tribunal de justicia" trans-nacional. Desde el punto de vista jurídico Nuremberg fue una aberración total, mientras que desde el punto de vista político constituye el origen de toda la mitología de la posguerra. 

 

El final de la "era Nuremberg" 

Una cantidad de indicadores sociológicos, económicos, geopolíticos y culturales permiten pensar que una cierta legitimidad histórica está llegando a su fin en Europa. Estamos en un fin de tiempo, en plena metamorfosis de un cierto Zeitgeist que ha llegado inexorablemente al final del camino. Más precisamente, se podría sostener que la legitimidad que provino de la victoria Aliada que puso fin a la guerra civil europea de treinta años (1914-1945), la llamada "Liberación" que se origina en la otra orilla del Atlántico, está siendo radicalmente cuestionada. Lo que se derrumba es el universo histórico-cultural e iconográfico construido por la "Liberación" de Europa, entendida como consecuencia inmediata de la victoria militar de los Aliados que, en esencia, fueron básicamente tres: la hoy inexistente Unión Soviética, los Estados Unidos de América y Gran Bretaña. 

En algunos países ese cuestionamiento es particularmente evidente. Francia, por ejemplo, fue considerado oficialmente un "país vencedor", aunque fue un país derrotado. Alemania, un país derrotado, fue con el tiempo, en cierto sentido, un "país vencedor", aunque con su voluntad destruida. Por primera vez en Europa no sólo se está discutiendo el pasado y el futuro, al mismo tiempo. También están en crisis sus estructuras políticas y económicas. Sus fronteras y su identidad, todo al mismo tiempo. Llamaremos "zona de crisis" a esa compleja convergencia de factores. 

Podemos entrar a la zona de crisis por diferentes caminos. Uno de ellos es desde fuera de Europa, desde una de sus zonas contiguas más sensibles: el Oriente Medio. Una de las consecuencias últimas de la legitimidad que se originó con la "Liberación" de Europa de la hegemonía alemana (Tercer Reich), fue la hoy llamada "Unión Europea", en sus comienzos, un modesto Mercado Común del Carbón y del Acero entre Francia y Alemania (básicamente). Ahora la UE no sabe qué hacer en el Oriente Medio tal cual hoy existe, como otro subproducto de la victoria Aliada. Lo curioso es que esas desventuras europeas en una de sus vecindades más preocupantes, no son causadas por el mundo árabe ("terrorismo islámico" incluido), sino por el Estado de Israel. Ya se admite públicamente que el Estado de Israel desestabiliza la región como consecuencia de sus pretensiones teológicas de dominación. El problema está en que tanto el Estado de Israel como la Unión Europea son "productos gemelos", son dos de las consecuencias institucionales más importantes de una misma causa histórica: la "Liberación" europea. 

Nadie puede dudar, hoy en día, que la cuestión judía fue parte orgánica de la Liberación europea y del anterior acoso y destrucción de Alemania. Los tres Aliados principales victoriosos hicieron de la cuestión judía un arma esencial de la guerra ideológica contra el Tercer Reich ya vencido (es decir, contra la forma política que había adoptado el Estado Alemán desde 1933, con total consenso democrático). No hubiese habido Estado de Israel, al menos como hoy se lo conoce, sin la victoria militar Aliada. Y es importante subrayar la palabra "alianza", ya que fue el bloque soviético quien armó inicialmente al Estado de Israel hasta un poco más allá de los comienzos de la guerra fría (1949-50, aproximadamente). Esa relación militar privilegiada entre el bloque soviético e Israel coincide en el tiempo con la aplicación sobre Alemania del Plan Morgenthau (1). Es evidente que hoy Europa no sabe qué hacer con el Estado de Israel, lo que quiere decir que tampoco sabe qué hacer consigo misma. Si el Estado de Israel se ha constituido en algo ya totalmente inmanejable para Europa, ¿Cómo encarar el origen ideológico de ese Estado, que no fue otro que el mito del Holocausto?

 

Del Plan Morgenthau al Memorial berlinés 

Un monumento conmemorativo de la victoria judío-occidental sobre Alemania debería inaugurarse el 20 de enero de 1999, que sería el aniversario de la supuesta "Conferencia de Wannsee" de 1942. Los historiadores judíos sostienen que en esa Conferencia se habría aprobado la "solución final" de la "cuestión judía" en Alemania y Europa. Por el contrario, los historiadores revisionistas de todas las nacionalidades niegan que esa Conferencia se haya celebrado, y señalan que las famosas "Actas de Wannsee" son apócrifas. 

Oficialmente Alemania finalizará el siglo con más de cinco millones de desocupados. Extraoficialmente algunos cálculos proyectan esa cifra a más de 10.000.000. Una cantidad bastante aproximada -en relación al número de desocupados per cápita- a los siete millones de 1933/34. Naturalmente ello, ahora, también tendrá enormes repercusiones sobre la estructura política bipartidaria que nació en la última posguerra, y muy especialmente sobre el comportamiento político en general de la sociedad alemana. 

En el origen de la crisis del sistema (económico-social y político), y de la crisis de identidad, está la ausencia de una voluntad alemana (utilizamos la palabra voluntad en el sentido en que lo hizo Heidegger, no como puro "voluntarismo", sino como la interpretación del ser histórico alemán). Ausencia de voluntad en el sentido que el francés Robert Faurisson le pide al alemán Ernst Nolte; recuperar la vieja tradición prusiana del: ¡Kopf hoch!: ¡La cabeza erguida! "¡Kopf hoch! significa simplemente que los alemanes deben dejar de bajar la cabeza ante las ignominias que se les adjudican desde hace tanto tiempo" (Carta de Robert Faurisson a Ernst Nolte, del 3 de junio de 1991, en Archive Faurisson). 

Para el francés Faurisson, en la base de la crisis actual de Alemania, hay un dato moral, un gran Mito, el de "Holocausto", basado en una gran mentira: las "cámaras de gas". "Ellas debieron ser el arma específica de un crimen específico. Ellas son el pilar central de la religión del ‘Holocausto’. Sin ellas, toda la gran mentira se derrumba; la mentira de un horror gigantesco y sin precedentes en la historia de los hombres. Las pretendidas cámaras de gas hitlerianas y el pretendido genocidio de los judíos forman una sola y misma mentira histórica, que ha permitido una gigantesca estafa político-financiera con el Estado de Israel y la judería internacional como principales beneficiarios. Las víctimas de esa estafa son el pueblo alemán -no así sus dirigentes- y el pueblo palestino en su totalidad" (Faurisson). 

Para evitar que esa mentira se derrumbe, los judíos están dispuestos a sepultar a Alemania entera debajo de la losa -literalmente hablando- de su "Memoria" (de la famosa Memoria judía). Es por ello que intentan construir en Berlín un monumento gigantesco (Memorial, o Denkmal für die ermordeten Juden Europas) en Memoria de los míticos "seis millones". Ese monumento, naturalmente, deberá imponerse por sobre toda la arquitectura del nuevo Berlín, para que Berlín sea, para siempre, la "capital del arrepentimiento". De construirse, estará ubicado en el corazón político del Berlín histórico. El "Memorial" berlinés será además gigantesco (arquitectos judíos han diseñado una losa del tamaño de un campo de fútbol), para que todos sus habitantes, todos los días, se encuentren con él, lo señalen y comenten: "Mira, para que aprendas la lección". 

No existe ni en Alemania y ni en toda Europa ningún documento sobre el que se pueda fundamentar la religión del "Holocausto". Pero, de construirse finalmente el Memorial (Denkmal) berlinés existirá un show permanente en el mismo centro de Europa, bajo la forma de monumento gigante, que dirá, por los siglos de los siglos: los alemanes son criminales peligrosos. En los Estados Unidos, en Canadá, en Gran Bretaña, en Francia y en la propia Alemania (clandestinamente) hay ya una importante producción de ensayos de reinterpretación histórica. Ninguna persona culta, informada y/o politizada puede ignorarlos. Esto quiere decir que existe un extenso e intenso conocimiento histórico acumulado, de naturaleza científica; lo que significa análisis con base documental. La respuesta de los intelectuales judíos a esa enorme masa de conocimientos -que sale a luz día a día y que pone en ridículo las primitivas versiones dadas por los vencedores de la segunda guerra mundial- es la del show de la "Memoria". Museos llenos de fotos que nadie sabe ni dónde ni cuándo fueron tomadas, ni quiénes son los fotografiados; y sobre todo, grandes monumentos, construidos a la escala del "realismo socialista" o de la misma arquitectura fascista. En definitiva: ciencia histórica "gentil" versus Mitología judía. No existe ni jamás podrá existir una literatura judía que sea, al mismo tiempo, científica y antirrevisionista. 

La eventual construcción del Denkmal für die ermordeten Juden Europas sería un hecho doblemente aberrante para Alemania y los alemanes todos. Porque no sólo estaría cimentado en una gran mentira, la del "Holocausto". Sería específicamente perverso porque la simbología de ese monumento negaría la existencia del genocidio alemán, es decir, de las masacres que cometieron los Aliados victoriosos sobre la población civil alemana ya vencida al finalizar la llamada segunda guerra mundial. Para Alemania, la mera existencia de ese monumento sería la ruptura total de su identidad nacional; tendría el significado simbólico de ser la negación de las víctimas civiles alemanas de la inmediata posguerra, que superan con creces la mítica cifra de "los seis millones". 

El historiador canadiense James Bacque publicó un libro "sísmico" titulado: Crimes and Mercies: The Fate of German Civilians Under Allied Occupations 1944-1950, Little, Brown and Company, Toronto, 1997 (la traducción castellana sería: "Crimen y Misericordia: el destino de los civiles alemanes bajo la ocupación aliada, 1944-1950"). El propio autor define su libro como una historia de la mayor atrocidad cometida por Occidente a lo largo de toda la historia: la muerte de millones de civiles alemanes en manos de los Aliados, una vez finalizada la guerra. Las armas del crimen, en este caso, fueron múltiples: hambre, torturas, condenas a muerte dictadas en forma sumaria, traslado de grandes masas de población en vagones de ferrocarril utilizados para el ganado, y un largo etcétera de otras acciones violentas. En definitiva la aplicación del Plan Morgenthau. Durante esa época decenas de miles de alemanes y alemanas se suicidaron. En la página 131 de su obra, el autor expone estadísticas, que están extensamente fundamentadas a lo largo de todo el trabajo:

 

Total de muertos civiles alemanes bajo ocupación aliada entre 1944 y 1950

 

                                                               Mínimo Máximo

Alemanes expulsados de otros países de Europa oriental "Volksdeutsche"       2.100.000 6.000.000

Prisioneros alemanes en campos de concentración de los Aliados                1.500.000 2.000.000

Alemanes civiles residentes en Alemania                                                         5.700.000     5.700.000


Total de civiles alemanes muertos bajo ocupación aliada                                  9.330.000   13.700.000

 

Ese genocidio alucinante e ignorado por la "cultura occidental" oficial fue cometido por los Aliados (soviéticos, norteamericanos, ingleses y franco-gaullistas) contra una "raza" que llegó a ser considerada criminal por naturaleza, como dice Goldhagen. James Bacque demuestra que bajo la ocupación Aliada murieron muchos más alemanes que durante los mismos combates, a lo largo de toda la guerra. Y además señala a un responsable principal, al verdugo mayor de esta matanza, al que era en esa época el Secretario del Tesoro norteamericano, Henry Morgenthau, autor del famoso "Plan Morgenthau", que recomendaba convertir a la Alemania vencida en "un país de pastores". La directiva JCS/1067 del plan elaborado por el judío Morgenthau señalaba la conveniencia de la muerte por hambre de los alemanes vencidos. Millones de alemanes aún vivos se acuerdan de esa época y de ese plan. 

Sería inaceptable para el mundo entero que los actuales dirigentes alemanes admitieran la construcción del monstruoso Denkmal, cuando se sabe con toda exactitud que la propia tierra alemana está fecundada con millones de cadáveres alemanes recientes, martirizados por extranjeros. Por los mismos "Aliados" que impulsaron la construcción del Estado de Israel, sobre la base del Mito del "Holocausto". 

Por el momento el pueblo alemán está en la resistencia social. Los casi cinco millones de desocupados, especialmente en la "Alemania del Este", ya están en la calle reclamando trabajo. Sus dirigentes nacionales dicen que no hay dinero para fondos sociales. Sin embargo, Alemania sigue pagando enormes sumas al Estado de Israel y a diferentes organizaciones del judaísmo mundial: "por los daños causados en el pasado". Como el tema judío es tabú en Alemania, no es seguro que los nuevos pobres absolutos alemanes ya hayan conectado ambas situaciones. Pero de lo que no hay duda es que si aún no lo han hecho, lo harán en un futuro muy próximo. También en Francia hay un "problema social" irresoluble y una "cuestión judía" pendiente. La Europa exclusionista de Maastricht pende de un hilo. 

Quedándonos dentro de Europa: ¿Cuál será el destino final de las relaciones franco-alemanas en una situación europea que aún refleja la ficción de una Francia vencedora y una Alemania vencida? Dentro del actual marco institucional aportado por la "Liberación", las relaciones franco-alemanas no pueden ser sino conflictivas, porque están fundamentadas en una desigualdad de origen que, además, es totalmente ficticia. Si el Tercer Reich fue la maldad absoluta, los Aliados -incluida la URSS- no podían ser sino lo simétricamente opuesto. De otra forma, la guerra hasta la "rendición incondicional de Alemania" (exigencia británico-gaullista), hubiese sido como mínimo innecesaria. Se supone que la "reeducación" a que fue sometida la Alemania vencida cambió la naturaleza antropológica de esa sociedad y, por lo tanto, su naturaleza moral. 

La destrucción de Alemania a partir de bombardeos pesados fue una decisión británica de la cual es obviamente corresponsable el protegido de Churchill, el general Charles de Gaulle. Antes del ingreso en la guerra de los EUA, Gran Bretaña es la vanguardia de una cruzada contra Alemania. En la retaguardia de Londres estaban los EUA de Franklin Roosevelt y el poder judío (firmemente asentado en Nueva York y Londres), que tenía como consigna: Alemania debe morir. La excusa por la cual Inglaterra (y Francia) declaran la guerra a Alemania el 3 se setiembre de 1939 ya no se sostiene, porque catorce días después de la invasión alemana a Polonia occidental se produce la invasión soviética a Polonia oriental (Acuerdo Molotov-Ribbentrop). Con la misma lógica que Inglaterra (y Francia) le declaran la guerra a Alemania, le deberían haber declarado la guerra a la URSS 14 días más tarde. Pero ello no ocurre porque el objetivo era destruir a Alemania, para lo cual se debía armar y potenciar al enemigo aparente: la URSS. 

Muchos europeos piensan que nada puede ser ya construido dentro del marco institucional de la "Liberación". La caída de la URSS ha sido también el final de la "Liberación", es decir, el límite máximo a que había llegado el proyecto Aliado (por definición es inconcebible una alianza entre distintos, americanos "buenos" y soviéticos "malos", por ejemplo). Desde el punto de vista filosófico los Aliados fueron una continuidad basada en la "racionalidad occidental" abarcante del marxismo, aún en su versión "soviética". La discontinuidad fue Alemania. El problema es que todas las instituciones europeas hoy vigentes son el producto de la victoria militar de esa "continuidad filosófica". Ello significa que la de la URSS fue la primera, y no la última, de una serie de grandes catástrofes estratégicas. 

No sólo todas las instituciones europeas hoy vigentes son el producto de la legitimidad de la "Liberación". Las "relaciones exteriores" de la UE son también resultado del mismo proceso. Y más aún, las relaciones interestatales que nacen con la victoria Aliada dentro de Europa son asimismo un efecto de la misma causa. Desde un punto de vista estratégico el verdadero fin de la guerra no fue la caída de la URSS. Que la guerra continuó luego bajo la "paz" es evidente: ¿Qué otra cosa es sino la defensa nuclear francesa independiente con epicentro en el misil Hades? El misil francés Hades -Dios griego del mundo de los muertos- tiene un alcance de 700 km. Es decir que fue diseñado no contra la ex URSS sino contra Alemania. Todos los núcleos urbanos alemanes son rehenes del Hades, desde hace ya muchos años. Quien lo pone en servicio es un humanista socialista llamado Mitterrand. Un producto típicamente francés alineado con la "Liberación" justo a último momento. Por lo demás, ¿En qué se podría basar hoy una política exterior común franco-alemana si ambos países, día a día, baten records en generar mano de obra desocupada? Si se unieran los sin trabajo de los dos Estados podrían formar un "país independiente" con una densidad geográfica razonable. Y conste que aún no hemos mencionado las relaciones entre Gran Bretaña y Europa. Ni a las de Rusia con Europa. 

Sin embargo, las instituciones "comunes", es decir la burocracia con sede en Bruselas, continúan ignorando esas fracturas esenciales heredadas de la "Liberación". Por lo tanto no se puede sino aceptar un dato básico: hay una disfuncionalidad esencial entre el mundo institucional y el mundo real. Esto quiere decir, por ejemplo, que se puede admitir que la sociedad alemana, bajo una muy fuerte presión, abandone el DM por el Euro. Pero es inimaginable que tal trauma histórico haga felices a los alemanes, es decir, proporcione estabilidad a Europa. ¿Cuánta devaluación puede soportar Alemania? Cálculos serios señalan que el pasaje del DM al Euro provocará en Alemania una disminución del 30% del volumen de sus ahorros brutos. Ninguna sociedad puede soportar un shock semejante. Y menos aún la Alemania "unificada". 

La supervivencia del mundo institucional y cultural originado en la legitimidad que produce la "Liberación", esto es, en la victoria militar Aliada contra Alemania, es exactamente lo contrario a la unidad europea. Es ese mundo institucional y cultural lo que impide la unidad europea. Ese mundo ficticio es lo que impide, por ejemplo, que Europa disponga de una política exterior común. No hablemos ya de una política de defensa común. 

Si penetramos por debajo de la superficie de la crisis que agota y consume a la sociedad francesa veremos una cada vez más definida tendencia revisionista. Francia es el eslabón más débil de la cadena. No puede soportar su falsa historia. La crisis final del gaullismo y el avance del FN no es sino la admisión de que Francia no está cómoda con la piel que la recubre desde su "Liberación" gestada desde la otra costa del Atlántico. Podría ser incluso que hubiera estado más cómoda bajo el gobierno de Vichy, si no hubiese sido que la prolongación de la guerra (el empecinamiento de los "malditos ingleses") en el frente occidental obligó a mantener la ocupación alemana del territorio francés metropolitano. Al fin y al cabo el mariscal Pétain no tuvo que ir a Londres para buscar legitimidad. 

De algo están seguros hoy muchos franceses y no sólo los actuales y futuros electores de Le Pen: la convergencia franco-alemana era mucho más viable antes que ahora. La "Liberación" fractura Europa según un mapa Atlántico con epicentro en Washington y proyección unidireccional hacia Londres. Es por ello que vuelven a surgir las grandes figuras sepultadas de la Francia "olvidada". No sólo Louis Ferdinand Céline, que es un símbolo de enorme grandeza intelectual y moral, sino hombres como Jacques Doriot, que en los años 20 se afianzó como líder nacional encabezando un movimiento francés contra la ocupación militar francesa del Ruhr alemán. Doriot no sólo no fue un "Kolaboracionista", en el sentido vulgar de la expresión, sino un paladín de la unidad franco-alemana, ya imposible desde la "Liberación". 

El fenómeno Le Pen, con sus claros y sus oscuros, no existe en ningún otro país europeo. Ningún político europeo importante tiene una opinión tan definida y sobre todo tan conocida, sobre la "cuestión judía". El FN está cada vez más arraigado en los diferentes estamentos de la sociedad francesa, como lo demuestra la intención de voto que se hace pública de manera periódica. Sería un error muy grande pretender negar que existe una relación muy intensa entre la creciente voluntad revisionista de la sociedad y el nuevo perfil político francés. 

En sus orígenes, el revisionismo francés, viéndolo ahora como fenómeno principalmente intelectual, es gestionado por una élite muy pequeña y muy aislada. Su problemática comenzó en la "cuestión judía". Podríamos decir que la crítica al mito del "Holocausto" -y por lo tanto a los mitos fundadores del Estado de Israel- fue un fenómeno básicamente francés, cuando por lógica debió haber sido un movimiento de resistencia cultural alemán. Ello nos habla de la vitalidad cultural francesa y del letargo en que aún vive Alemania. El revisionismo francés ha demostrado dos cosas. Lo primero, que después de treinta años de desarrollo intelectual termina co-gestando un movimiento nacional policlasista con capacidad para acceder al poder por medio del voto popular. Y lo más importante: señalar que el revisionismo no acaba con la cuestión judía. Lo que hoy está en revisión es toda la historia europea, comenzando con la de este siglo. El movimiento nacional y el revisionismo francés no pueden seguir avanzando sólo en la dirección de demostrar lo que ya está demostrado: que el "Holocausto" fue parte de la propaganda de guerra de los Aliados vencedores, que la "Liberación" fue la antesala de la creación del Estado de Israel y que el Estado de Israel es el gran desorganizador de una de las regiones geopolíticas más sensibles del mundo, contigua al espacio europeo. 

Lo que genera la crítica al gran mito judío, es una total desestabilización de todo el escenario histórico. A partir de la credibilidad creciente de esa crítica puntual se produce un inevitable movimiento de arrastre; toda la historiografía impuesta por los Aliados vencedores se derrumba estrepitosamente como fichas de dominó. Si Alemania no fue la maldad absoluta, ni la URSS el "paraíso" del proletariado, ni Londres el bunker de la democracia, ni Francia la patria de la resistencia, ni Franco el títere de Hitler, ni Mussolini un "sangriento dictador" en un país de mandolineros, ¿Qué queda de la Europa que construyen los Aliados al finalizar la guerra civil de treinta años (1914-1945)? ¿Qué queda de Europa? ¿Qué será de Europa? 

La división de la historia de la Europa del siglo XX en períodos de "dos guerras mundiales" encierra la trampa enorme de pretender ver un mismo proceso histórico fracturado en varias "etapas" distintas (dentro de los límites paz-guerra), lo que posibilita encontrar "culpables", es decir, iniciadores de "guerras distintas". Ahora podemos comprender que los movimientos geopolíticos alemanes anteriores a la declaración de guerra franco-británica de 1939, fueron posicionamientos necesarios ante un ataque que finalmente se produjo, y en el cual se realizó una tenaza antialemana entre el mundo continental soviético y el imperialismo oceánico capitalista. Por lo tanto nos acercamos mucho más a la realidad si percibimos el período 1914-1945 como una "guerra de treinta años" ampliada a escala europea, es decir, como una larga guerra civil europea. Esa guerra de los treinta años fue interrumpida por la "Liberación" de Europa. A partir de la "Liberación" sobreviene el ingreso de Europa en el mundo de las "naciones satisfechas", es decir, en el mercado de los Estados que habrían superado los conflictos. 

A pesar de la Revolución Rusa de 1917, hasta ahora considerada como el producto más importante de la llamada "primera guerra mundial", tanto en el comienzo como en el fin del período se presenta el mismo esquema estratégico: la unidad del mundo marítimo con Rusia para reducir la potencia de la Mitteleuropa. Se trata del mismo esquema Spykmaniano: para destruir a Alemania el mundo marítimo necesita de una alianza con la potencia continental por excelencia: Rusia. Por lo tanto se debe pensar en Alemania y no en la URSS cuando se habla de "perturbador del sistema" o de "potencia revolucionaria". Una potencia es revolucionaria sólo cuando lleva en sí ideas totalmente antagónicas respecto al "orden internacional constituido" y, además, cuando su situación geopolítica le permite amenazar a la totalidad del sistema establecido, tanto "hacia el mar" cuanto "hacia la tierra" (Alemania-nacionalsocialismo-Mitteleuropa). Una potencia no es revolucionaria cuando sus ideas expresan la continuidad "revolucionaria" de ideas originadas dentro de la misma cultura establecida (como p.e. el marxismo en relación con el racionalismo), y su situación geopolítica sólo le permite amenazar nada más que a una región del planeta. 

Nicholas J. Spykman (Estados Unidos frente al mundo) es el pensador norteamericano que con mayor nitidez percibe la naturaleza subversiva de la "ideología racial" del nacionalsocialismo alemán (Spykman nació en Holanda y se ciudadanizó norteamericano). Porque como geopolítico, Spykman, en primer lugar, está pensando en la fragilidad del equilibrio racial norteamericano. Nunca, en el país del "sueño americano", la contradicción se planteó entre "proletariado" y "burguesía". El centro de gravedad de la cuestión social norteamericana fue y es el "equilibrio racial". El nacionalsocialismo, como ideología, afectaba a ese equilibrio con una intensidad infinitamente mayor que la teoría de la "lucha de clases". Spykman escribe su libro sin pretender negar que es una expresión típica de la propaganda de guerra de aquellos años ‘40. Es un ejercicio fascinante comparar ese libro con el paper de Samuel Huntington sobre los factores desintegrativos que afectan hoy a la sociedad norteamericana (Intereses exteriores y unidad nacional, 1997). Pasaron casi sesenta años, pero los viejos problemas norteamericanos siguen allí, agudizados. No sólo hay una distancia enorme entre la "peligrosidad" respectiva del nacionalsocialismo y del comunismo en cuanto ideologías, tal como fueron percibidas desde los EUA, antes y durante la última fase de la "guerra de los treinta años". Esa distancia se incrementó, ya que la guerra llamada "segunda mundial" llevó a muchos pensadores a relacionar el proceso ideológico con el valor de posición de Rusia (URSS) y Alemania, respectivamente. 

El análisis atento de las ideas geopolíticas de Nicholas J. Spykman, en especial la de la alianza entre las potencias marítimas y la potencia continental para destruir el poder de la "potencia del medio", constituye uno de los caminos que podría llevarnos a limitar las opciones militares que presentó la llamada "segunda guerra mundial", en especial para Alemania. Es decir que podríamos descartar todas las opciones meramente ideológicas. Si ahora estudiamos, junto con Spykman, los dos puntos de inflexión de la llamada "segunda guerra mundial" (su comienzo [invasión alemana a Polonia] y la invasión alemana a Rusia [Operación Barabarroja]), podríamos llegar a conclusiones sorprendentes. Ni la invasión de Polonia fue una causa suficiente para la declaración de guerra de Inglaterra y Francia contra Alemania, ni la invasión de Alemania a la URSS fue necesariamente una "agresión", o el inicio de una guerra de agresión. 

Con cada vez más fuerza surge ante el viajero histórico la convicción de que Alemania realizó una guerra que no fue ni "preventiva" ni "agresiva", sino una guerra de supervivencia. Una defensa desesperada ante un ataque múltiple, inevitable e inexorable. La defensa ante una agresión orientada a la destrucción total -genética- de Alemania, a partir de una alianza entre las dos alas del Iluminismo racionalista: la liberal occidental y la marxista soviética. 

Si el objetivo final de la política norteamericana era actuar de puente entre la potencia marítima colonial por excelencia (Gran Bretaña) y la potencia continental por excelencia (Rusia) puede resultar natural que Alemania atacara a la URSS antes de que EUA se posesionara de Europa. Sabemos fehacientemente cuál fue la política de Washington hacia la Alemania vencida en la inmediata posguerra, entre 1945 y 1948, (hasta los mismos inicios de la "guerra fría"): matarla de hambre (Plan Morgenthau). Sería lógico pensar que la misma actitud de buscar la destrucción total de Alemania entendida como "enemigo principal" de un Occidente que ya preparaba la parición del Estado de Israel, existió en los inicios del conflicto: atenazar y despedazar a Alemania entre un gran mar (Atlántico Norte, Mare Nostrum del capitalismo) y una estepa infinita (Rusia continental). 

Ninguna de las hipótesis convencionales sobre el inicio y el desarrollo de la "segunda guerra mundial" puede ser al día de hoy suficientemente fundamentada, excepto acudiendo a argumentos psicologistas de muy escasa credibilidad (la "locura" de Hitler, por ejemplo). Es muy difícil que tales factores psicológicos "irracionales" hayan predominado en un país fundacionalmente racional como Alemania, por sobre instituciones racionales modélicas como el Estado Mayor Alemán, que tenía muy en claro el peligro del "segundo frente", es decir, la trampa mortal de los espacios continentales coaligados con los espacios marítimos. 

En este siglo, el ejemplo más dramático de convergencia germano-rusa se produce a partir de la terminación de la I GM, cuando en determinados sectores sociales de la derrotada Alemania se genera una fuerte voluntad de alianza con la Rusia bolchevique, que perdura fuertemente hasta la llegada al poder del partido nacional-socialista. La convergencia entre el "revolucionarismo" ruso y el nacional-conservadurismo alemán es tan lógica como explicable resulta la ruptura entre bolcheviques y nacionalsocialistas. Entre estos últimos existía una competencia a vida o muerte sobre modelos revolucionarios distintos. En Alemania, esa alianza estaba sustentada por las fuerzas conservadoras y por el Estado Mayor General del Ejército. Ambos factores alimentaron las nuevas tendencias de Alemania hacia la continentalidad. Más adelante también los grandes industriales alemanes sostuvieron esa alianza, mientras que por el lado soviético la doctrina de Karl Radek tenía también muchos adeptos. 

Karl Haushofer, en tanto nacionalista y conservador, ve la necesidad de la integración continental de Alemania con prolongada anterioridad a la firma del Acuerdo Ribbentrop/Molotov, del 22 de junio de 1941. Desde su Zeitschrift für Geopolitik urgía a los gobernantes de su país a concretar "... una inteligente colaboración con las exigencias espaciales de Rusia, sea gobernada por los Soviets o por otro régimen... Sería un error fatal de nuestra parte el interponer una posición ideológica intransigente entre nuestra seguridad y tal tipo de alianza. Cuanto más desesperada sea su posición, más razones habrá para que un pueblo piense en términos mundiales y sin miramientos por equivocados prejuicios raciales". 

La cultura alemana se diferenció de Occidente porque se autoubicó como la expresión de un mundo específico nórdico-germano. Esa cultura define una Weltanschauung que nace de "un mundo independiente y libre de influencia de otros mundos". Durante un tiempo muchos rusos y alemanes pensaron que habían caído las vallas entre la Kultur alemana y el nacionalismo ruso de fundamentos místicos y religiosos. No olvidaron a Dostoyevski, que concebía al pueblo ruso como "El portador de Dios". "¿Qué compartirá Alemania con nosotros? -se pregunta el autor de Demonios-: son los dos grandes pueblos que están destinados a cambiar la faz del mundo". El mismo Spengler ve en Rusia la promesa de una cultura nueva, "mientras las sombras de la noche se extienden más y más sobre Occidente". En base a una confluencia con la cultura rusa, el general Haushofer prepara la estrategia para una revolución mundial con centro en Alemania. 

Las grandes categorías de la diferenciación espiritual alemana, heredera directa de Grecia, respecto de un Occidente más romano que griego, son el producto de la obra de Martin Heidegger. Por ello es necesario retornar a Heidegger para indagar sobre el futuro de Alemania en esta Europa "Liberada". 

 

Martin Heidegger 

"Sé por la experiencia y la historia humanas que todo lo esencial y grande sólo ha podido surgir cuando el hombre tenía una patria y estaba arraigado en una tradición." 

Martin Heidegger a Der Spiegel, el 28 de marzo de 1967

(Entrevista póstuma).

 

Lo que hoy en día ya nadie discute es la pertenencia del más grande filósofo de este siglo, Martin Heidegger, al nacionalsocialismo alemán, desde 1933 hasta su muerte en 1967. Entre la derrota alemana de 1945 hasta 1967, Heidegger recibe presiones terribles, sin embargo no denunció nunca al nacionalsocialismo ni renunció a su identidad como tal; nunca rompió su carnet de afiliado. En la famosa entrevista póstuma concedida a Der Spiegel se revela con nitidez deslumbrante su fidelidad hasta la muerte (hasta su propia muerte física) a la "grandeza y esplendor de esa puesta en marcha" (la que inicia el Canciller Adolf Hitler en 1933). Y Aclara: "Yo no veía entonces otra alternativa". 

Pocos meses después de que Hitler asumiera la Cancillería en Berlín, Heidegger es elegido rector, por abrumadora mayoría, de la Universidad de Friburgo. El 27 de mayo de 1933 en el acto solemne de toma de posesión del cargo, Heidegger pronuncia su famoso discurso La autoafirmación de la Universidad alemana. Allí plantea ideas "políticas" capitales que estaban en estado "metafísico" en su obra magna, El Ser y el Tiempo, que había sido editada en 1927. Heidegger proclama la autonomía de la Universidad alemana para ponerla al servicio de las necesidades del pueblo alemán. La investigación alemana no será ya para una abstracta "humanidad", sino para la comunidad alemana. 

Heidegger presenta su dimisión apenas un año después de haber asumido el rectorado; ella coincide con el "caso Röhm", es decir con la liquidación del sector más radical del nacionalsocialismo. Había una coincidencia extraordinaria entre el radicalismo filosófico de Heidegger y el radicalismo (en el sentido alemán que tiene este concepto) político de Ernst Röhm. Lo que unía a ambos era la similar definición que hacían sobre la naturaleza del socialismo alemán, entendido como comunidad del pueblo. Cuando Röhm es asesinado, el filósofo se "exilia" en su cátedra. Pero nunca "rompe con el régimen", como dijeron algunas almas caritativas que siempre quisieron "reintegrar" a Heidegger a una civilización, la que se instaura en Europa a partir de la "Liberación", que él calificaba de destructiva. A partir de la "Liberación", el mundo europeo se corrompe hasta el tuétano: "Sólo un dios puede aún salvarnos". Estamos en un mundo en el cual todo aparentemente funciona, en su aspecto técnico: "Esto es precisamente lo inhóspito. Que todo funciona y que tal funcionamiento lleva siempre a más funcionamiento y que la técnica arranca al hombre de la tierra cada vez más y lo desarraiga". 

Entre 1934 y 1945 sólo miró con desprecio a ideólogos que, como Rosenberg, fueron "menores" y sobre todo "oportunistas". El nacionalsocialismo había perdido la oportunidad de disponer de un Führer del Ser alemán. Tampoco ya se discute la "convergencia" entre la metafísica de Heidegger y la emergencia del nacionalsocialismo. Aunque en mi opinión hay algo más importante que una simple convergencia. Sein und Zeit (El Ser y el Tiempo), como ya vimos, tuvo una primera edición en Tübingen en 1927. Desde esa obra primera y fundacional de la metafísica heideggeriana hasta las últimas ideas del filósofo expresadas post mortem, existe un principio de continuidad absoluta. Eso en primer lugar. En segundo lugar, ninguno de los grandes principios culturales que enarbola el nacional-socialismo quedan fuera de la metafísica alemana que expresa Sein und Zeit

En 1991 uno de los principales estudiosos de la obra y de la vida de Martin Heidegger, Víctor Farias, editó en España, como documento bilingüe, un trabajo esencial para la comprensión del pensamiento heideggeriano y, sobre todo, para descubrir la conexión de ese pensamiento con la realidad política alemana de aquel momento: Lógica. Lecciones de M. Heidegger (semestre verano 1934) en el legado de Helene Weiss, (Anthropos-Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1991). Esta "Lógica" de Heidegger es una gran fundamentación de principios e ideas que el nacionalsocialismo "oficial" fue finalmente incapaz de desarrollar con tan extraordinaria coherencia. Entre el nacionalsocialismo "oficial", que el propio Heidegger denominaba "vulgar", y la visión del Ser alemán expresada por Heidegger, hay un mundo de distancia, pero en una misma dirección de pensamiento. La comparación con las reflexiones heideggerianas de algunos escritos que fueron decisivos en la historia del pensamiento nacionalsocialista alemán, comenzando por Mein Kampf, muestra grandes diferencias. El pensamiento "oficial" nacionalsocialista hoy se nos aparece como primitivo y realmente "vulgar". Sin duda se trata de un pensamiento menor, comparativamente hablando. En ese sentido es posible afirmar que Heidegger es la expresión mayor del socialismo alemán, entendido como comunidad del pueblo; mientras que el nacionalsocialismo, en cuanto a historia de pensamiento se refiere, quedará relegado a una oscura instancia secundaria. En ese preciso sentido Heidegger se "distanció del régimen" en 1934 ¿No sería mejor afirmar que "el régimen" se distanció de Heidegger? 

Lo que podríamos llamar el ideario alemán está mucho mejor representado en Heidegger que en cualquiera de los escritos de cualquier ideólogo "oficial" nacionalsocialista. Por lo tanto la "fidelidad" de Heidegger al nacionalsocialismo, es en realidad fidelidad a sí mismo, fidelidad al Ser alemán, que nadie expresó mejor que el propio Heidegger. Hay en su pensamiento una certidumbre radical sobre la superioridad espiritual alemana. Alemania no es una "sociedad", un contrato entre individuos aislados (esa nefasta herencia del Iluminismo objetivado en la Revolución Francesa), sino un "pueblo", una comunidad de destino impuesta no sólo por la voluntad humana, sino sobre todo por la evolución del Ser alemán. En tanto comunidad de destino, la idea del Führerpinzip es esencial para hacerse cargo de la propia existencia nacional. 

En ese sentido, volver hoy a Heidegger, después de analizar el comportamiento político del judaísmo a partir de la creación del Estado de Israel, después de saber que el "Holocausto" no es sino sólo un Mito que encierra una extraordinaria capacidad de destrucción, después de habernos sustraído, en suma, a la idea de que había existido un "mal absoluto" en la historia (Alemania), lo que conllevaba la absurda suposición de que, como contrapartida, también había existido el "bien absoluto" (la revolución rusa y el socialismo internacional); volver hoy a Heidegger para reencontrarnos con una Alemania "liberada" que se encuentra, una vez más, en estado aún virtual, no significa reivindicar al nacionalsocialismo como proyecto de futuro. Significa, sí, acercarnos a su conocimiento histórico sin que ningún demonio se interponga entre el sujeto y el objeto, como dirían Kant y Habermas, perdonando la comparación.

 

Un Estado terrorista "hacia afuera"  

"Decididamente, se debe entender que los israelíes... se pondrán de espaldas a la pared y lucharán -con todos los considerables medios a su disposición- si perciben una amenaza intolerable para su seguridad. En el mejor de los casos, los restos radiactivos quedarán en Líbano, en Siria, o en ambos países"

Moshe Sharett, Diario, 8 Vols., 1980. 

En los capítulos correspondientes de este trabajo hemos visto que la estrategia del lobby judío-norteamericano y de la judería internacional, en relación a los atentados de Buenos Aires, estuvo orientada a acusar a los supuestos responsables de los mismos a partir de los enemigos del Estado de Israel, y no en función de la culpabilidad real a partir de pruebas jurídicas claras y sustentables. Ello significa que estamos en presencia, una vez más, de la estrategia de sustitución y falsificación de la realidad. La "realidad" ha quedado reducida a un simple deseo-necesidad del Estado judío. Como esos enemigos de Israel están todos ubicados en el mundo árabe-musulmán, es decir en la periferia mediata o inmediata del Estado judío, se hace necesario, para darle una continuidad lógica al conjunto de este estudio, analizar algunos de los rasgos sobresalientes de ese espacio geopolítico, partiendo de la percepción que el propio Estado de Israel mantiene respecto de su entorno geográfico, cultural y religioso. 

Por definición el Estado de Israel es un Estado terrorista, no sólo "hacia adentro", según hemos visto en la Introducción de este trabajo, sino también "hacia afuera". 

Muchas veces los acontecimientos recientes nos hacen olvidar la historia o los orígenes del fenómeno que estamos estudiando. Las acciones de terrorismo emprendidas en los últimos tiempos por el Estado de Israel contra otros Estados, forman parte en realidad de la naturaleza del Estado judío, y no de coyunturas más o menos pasajeras. 

La lectura de los 8 volúmenes del Diario (2) de Moshe Sharett, uno de los principales dirigentes fundadores del movimiento sionista, una de las primeras "palomas" del sionismo, tiene la virtud de darle al fenómeno del terrorismo de Estado israelí una dimensión histórica de muy largo plazo. A lo largo de toda su historia el ejército y los servicios de inteligencia del Estado judío han organizado "operaciones de aniquilación" y acciones terroristas de todo tipo, dentro de casi todos los países, incluidos los europeos. La soberanía de los "otros" Estados nunca fue un problema para los agentes secretos del "pueblo elegido". 

La extrema importancia que presenta a los ojos de un investigador este Diario de Moshe Sharett es que se trata de las "memorias secretas" de una "paloma", que cuando se entera que un grupo de comandos israelíes prepara una acción punitiva contra Jordania, protesta en voz baja y sin salirse de los estrechos ámbitos del gabinete ministerial. 

En octubre de 1953 un grupo armado israelí asesinó a 66 aldeanos árabes en Qibya, Jordania. Mientras una parte del grupo comando dinamitaba las casas habitadas, la otra ametrallaba sus puertas para impedir que sus ocupantes árabes huyeran. Sharett se encuentra ante el dilema típico de la paloma: ansioso por condenar la atrocidad, no se decide a acusar de ese acto al verdadero culpable: el ejército israelí. Escribe en su Diario:  

Condené el asunto Qibya, que nos ha expuesto frente a todo el mundo como una pandilla sanguinaria capaz del asesinato masivo y a la que no le importa que sus acciones puedan conducir a la guerra... Ben Gurión insistió en excluir del comunicado oficial toda mención a la responsabilidad del ejército... 

Lentamente Sharett va comprendiendo que esos actos de terrorismo basados en acciones de destrucción sobre los países árabes vecinos, eran en realidad operaciones perfectamente planificados por un estado mayor, civil y militar, que las concebía como la mejor forma de generar un estado de guerra permanente con los vecinos árabes de Israel. El mantenimiento de ese estado de guerra permanente había sido visto por ese estado mayor como la mejor forma de asegurar la expansión de las fronteras del Estado de Israel, al mismo tiempo que sus palomas clamaban ante el mundo la desprotección de un pequeño grupo de judíos rodeados por masas de árabes hostiles. 

Comienzan así, desde muy temprano, los llamados "incidentes autoprovocados". Todas las acciones de represalias tomadas por Israel contra acciones del "terrorismo árabe" tenían por objeto la realización final de la expansión territorial. Ello le hace pensar a Sharett -y así lo consigna en su diario- que ese "terrorismo árabe" en muchos casos no fue más que provocaciones organizadas por el mismo ejército israelí. 

El 14/4/54 anota en su Diario: 

Existe un plan israelí de represalias que será puesto en práctica con un programa establecido: su objetivo es lograr una firme escalada de la tensión en el área, para producir una guerra... 

El 5/3/55 después de informarse sobre una acción de "represalia" del ejército en territorio jordano, en la que mueren degollados cinco beduinos, escribe: 

Esto se tomará como prueba concluyente de que hemos decidido pasar a una ofensiva sanguinaria general en todos los frentes: ayer Gaza, hoy Jordania, mañana Siria, etc. Pediré al gabinete que a los asesinos se los juzque como a criminales... El fenómeno que ha prevalecido en nosotros por años y años es el de la insensibilidad a las malas acciones, a la corrupción moral... Para nosotros una mala acción en sí misma no es nada serio; sólo despertamos a ella si está relacionada con una crisis o una consecuencia grave: la pérdida de una posición, la pérdida de poder o de influencia. No tenemos un enfoque moral de los problemas morales... Una vez, los soldados israelíes asesinaron a un grupo de árabes por razones de venganza ciega... la conclusión es que la sangre de los árabes se puede derramar libremente... Todo esto altera el sentido de justicia y de honestidad, hace que el Estado (de Israel) aparezca ante los ojos del mundo como un Estado salvaje que no reconoce los principios de justicia tal como han sido establecidos y aceptados por la sociedad contemporánea. 

En el mes de julio de 1954 la inteligencia militar israelí da comienzo a una campaña de sabotajes en Egipto con el objetivo de crear el caos en esa sociedad y preparar la invasión militar a la zona del canal. Los comandos estaban formados por judíos egipcios dirigidos por oficiales de la inteligencia militar de Israel. Los atentados debían tener como objetivos instalaciones occidentales en Egipto, y debían dar la impresión de que existía un terrorismo árabe tan fuerte como para provocar la intervención occidental en ese país. 

Entre el 2 y el 27 de julio de 1954, mientras se realizaban las negociaciones entre El Cairo y Londres sobre la zona del Canal, centros culturales ingleses, edificios públicos egipcios, oficinas norteamericanas y otras instalaciones occidentales fueron objeto de atentados con bombas, al mismo tiempo que las sospechas sobre los autores se desviaban hacia la Hermandad Musulmana. 

Sharett, sabiendo lo que sucedía, escribe en su Diario el 14/1/55: 

Nunca hubiese imaginado que podríamos llegar a un estado tan terrible de relaciones envenenadas, el desencadenamiento de los más bajos instintos de odio y venganza y de engaño mutuo... Doy vueltas como un loco, horrorizado y perdido, completamente impotente... ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo hacer...? 

El 25/1/55 vuelve a escribir: 

Dayan desea secuestrar aviones y raptar oficiales árabes en los trenes, desea mano libre para asesinar al presidente sirio. Lavon sugirió la ocupación de la franja de Gaza... Suya es la doctrina de que las potencias occidentales son nuestro principal enemigo y que el único modo de disuadirlas es por acciones directas que las aterroricen... Peres comparte la misma ideología; desea atemorizar a Occidente para que apoye los objetivos de Israel... 

Mientras el Egipto de Nasser solicitaba conversaciones de paz a través de delegados norteamericanos, los israelíes preparan la guerra de anexión. 

Nota del Diario correspondiente al 27/2/55: 

Ben Gurión llegó a mi oficina acompañado por el jefe de estado mayor que tenía las manos ocupadas con mapas enrrollados... Propuso atacar una base del ejército egipcio a la entrada de la ciudad de Gaza... Instruí a las embajadas que trabajaran para condenar a Egipto y no para defenderlo... Ahora se tendrá la impresión general de que mientras nos lamentamos por nuestro aislamiento y los peligros para nuestra seguridad, en realidad somos agresores sanguinarios que aspiramos a perpetrar masacres masivas... 

En efecto, ese ataque de "legítima defensa" de Israel a Egipto en Gaza enfría la política de Nasser de acercamiento para firmar un acuerdo de paz con Israel. 

Toda la memoria de Sharett es una repetición de lo mismo, en todos los frentes durante la época en que le tocó actuar: el terrorismo de Estado practicado por ese país estuvo siempre orientado a la expansión territorial y a lograr condiciones abrumadoras de superioridad para establecer niveles de "seguridad" totalmente desproporcionados respecto de la seguridad de los países árabes. 

Durante toda su vida, Moshe Sharett -una "paloma" sionista- había supuesto que la supervivencia de Israel sería imposible sin el apoyo de Occidente, pero que la "moralidad" occidental nunca le permitiría apoyar al Estado judío "que se comporta de acuerdo a las leyes de la jungla" y "eleva el terrorismo al nivel de un principio sagrado". Al prominente líder del Mapai, David Hacohen, que se declaró convencido de que los israelíes "debían comportarse en Medio Oriente como si fuesen locos" para aterrorizar a los árabes y chantajear a Occidente, le contestó: Si nos comportamos como locos seremos tratados como tales: se nos internará en un manicomio y se nos aislará del mundo. 

Moshe Sharett estaba equivocado: la moral occidental fue la exacta medida de la moral israelí. El terrorismo de Estado isarelí es una de las constantes aceptadas de la política internacional en estos tiempos del "nuevo orden mundial".

 

Una visión regional de los problemas que presenta el Estado judío 

El cuadro de situación que presenta la región del Mediterráneo Oriental y su espacio contiguo del Asia Central hacia fines del año de 1997, se ha modificado positivamente en el último año. Vamos a señalar sólo cuatro de los muchos factores que produjeron esta modificación, y que serán desarrollados en un libro de próxima aparición: Geopolítica del conflicto en el Mediterráneo oriental y el Asia central. 

El nacimiento y el desarrollo de la alianza sirio-iraní.

La cuestión turca.

Las consecuencias de la VIII Conferencia Islámica de Teherán.

La profundización de la crisis intra-judía.

Cada uno de los factores antes mencionados está dentro del cuadro de situación de la geopolítica global, que es el amplio escenario dentro del cual esos factores actúan. Dentro de él deben ser analizados. 

El proyecto de globalizar al mundo, esto es, de unificarlo bajo el mando de un grupo muy pequeño de organizaciones de poder -económicas, políticas, militares y religiosas- no es, naturalmente, una empresa fácil. 

En esta etapa poscomunista el capitalismo emergente se propuso lograr un mundo indiferenciado, donde todos consumamos lo mismo, donde todos pensemos lo mismo y donde todos nos convirtamos en chips intercambiables de una enorme maquinaria dirigida por un "Estado Mundial" que emite las órdenes, incluidos los premios y los castigos. 

Hoy vemos que ese proyecto es resistido en todas partes, bajo innumerables formas y con diferentes alternativas de futuro. Pero en todo caso las fracturas del proyecto globalizador son cada día más manifiestas. Los pueblos, las naciones y las culturas diversas que integran este mundo diverso por naturaleza lo rechazan, cada uno a su manera, pero lo rechazan. 

El conflicto que desde la última posguerra mundial se ha instalado en Palestina, con crecientes influencias en todo el Mediterráneo oriental y una gran parte del Asia central, es un conflicto que, desde la caída del comunismo o, lo que es lo mismo, desde el fin del "orden bipolar", se encuadra también dentro de la crisis del proyecto del "mundo global". Dentro de ella debe ser analizado. 

Pero en esta región del mundo el conflicto que se inicia con la "partición de Palestina" en 1947 adquiere ahora dimensiones trascendentes. Ya no es un conflicto más entre pueblos que luchan por su identidad contra la tiranía del mundo global. Ese viejo conflicto instalado por la victoriosa alianza antialemana de posguerra en el Mundo Antiguo, pretendió destruir la región del planeta en donde se originó lo que hoy se llama "civilización", en donde emergió lo que hoy se llama "monoteísmo religioso", en cualquiera de sus múltiples dimensiones. 

Es por ello que ese conflicto instalado en esa región por una extraña cooperación entre Estados capitalistas y Estados "socialistas" constituye hoy la representación de todos los conflictos, de todas las luchas de los pueblos contra la tiranía del "mundo globalizado". 

Esto quiere decir que lo que se plantea en Oriente Medio y sus zonas contiguas no es una simple lucha política y económica entre facciones en pugna. Es el núcleo de un conflicto global, porque en esa lucha están involucradas religiones, culturas y sistemas económicos que abarcan al mundo entero. 

Ningún habitante del planeta tierra puede ser hoy indiferente a los resultados de este conflicto, que hace mucho tiempo ya ha trascendido su vieja denominación "árabe-israelí", entendido como una mera lucha anticolonial. 

Tampoco es el comienzo de una pronosticada guerra futura entre "Oriente" y "Occidente". Es el núcleo de un conflicto cuyo resultado determinará quién dominará el mundo en los próximos siglos: si un grupo de empresas globales ideologizadas por una religión mesiánica y apocalíptica, o los pueblos libremente agrupados en naciones culturales y opciones religiosas libremente elegidas. 

Lo que está en juego en Palestina y zonas contiguas es cómo vamos a vivir en el futuro: como personas y comunidades libres y, sobre todo, identificadas; o si, por lo contrario, tendremos que vivir como esclavos anónimos de un modelo económico, cultural y religioso único, aplicado a todos por igual en cada punto del planeta. 

Es por ello que el conflicto en el Mediterráneo oriental y el Asia central tiene en estos momentos dimensiones de las que careció en su inicio. Y la más importante de ellas es la dimensión religiosa. Ya sabemos que no podemos seguir hablando de los judíos como simples "sionistas". Ellos ya se han identificado ante el mundo como miembros de un grupo mesiánico dominador a escala global, y como propietarios exclusivos de una "teología revelada" a la que sólo tienen acceso los "elegidos". El llamado mundo occidental está siendo impulsado a involucrarse en el conflicto del Oriente Medio a partir de motivaciones religiosas, a partir de la falsa imagen de que este mundo -Occidente- es un mundo judeo-cristiano. Cuando en rigor de verdad no existe nada más opuesto al judaísmo que el cristianismo. 

En estas últimas Navidades de 1997 el Papa Romano dio un nuevo paso en la dirección de subordinar a la Iglesia Católica a la hegemonía teológica del judaísmo mesiánico y apocalíptico: "Israel, el pueblo elegido de Dios del Antiguo Testamento, fue elegido para traer al mundo al Mesías, el Salvador y redentor de toda la humanidad". 

Son millones las personas en Occidente que ven con creciente preocupación cómo el catolicismo institucional se subordina progresivamente a la confluencia judío-evangélica (protestante), que es la ideología imperial de la potencia hegemónica. Hasta ahora en Europa y en Hispanoamérica se ha subestimado al mundo católico no institucionalizado, o se ha presupuesto, según las orientaciones ideológicas de la posmodernidad, que el mismo forma parte automática de lo que el Iluminismo llamó "reacción". 

Sin embargo, el católico no institucional es un "revolucionario natural", porque su conciencia es una conciencia desgarrada. Desde esa conciencia desgarrada, desde ese mundo pre-revolucionario puede surgir ahora una cultura resistente en Occidente, ante esta victoria provisional del neoliberalismo. La Teología y la Profecía católica original visionaron la nueva forma que hoy adopta, provisionalmente, la historia: su forma homogénea universal. Es el tiempo del Anticristo: "El Anticristo usurpará simplemente este ideal de unidad del género humano en la institución perversa del Imperio Universal". 

En el capítulo 5 de este libro hemos visto cómo sobre la falsa imagen de la Historia Negra de España se edifica la apoyatura de un Mito Destructor cinco siglos después. Estamos pues no ante la historia, sino ante una teología de la historia. Las imágenes ocupan el lugar de los procesos reales, y la ciencia es reemplazada por la mitología. La Imagen Negra de España y Mito de la inhumanidad germánica están en el subsuelo cultural de la destrucción de Europa. De una destrucción aceptada con tal de producir reconocimiento de cara a la perversa institución del Imperio Universal que se pretende edificar en base a la "ideología" judeo-cristiana. 

El conflicto que hoy tiene por escenario al Mundo Antiguo, a la matriz cultural de Occidente, a la fuerza civilizatoria majestuosa que originó al actual mundo occidental, es el núcleo de una lucha global entre dos escenarios de futuro distintos y excluyentes. Ese es el nivel hasta donde hoy ha llegado ese conflicto dentro de este "mundo global". 

Si aceptamos que ese es el nivel y la naturaleza del conflicto, estaremos en condiciones de comprender a las luchas tribales que aún se suceden dentro del propio mundo árabe y musulmán como el aspecto más negativo e intrínsecamente perverso de todos los datos que emergen en la región, y en todos los países donde residan árabes que se consideren entre sí tribalmente distintos. 

Advertidos, entonces, sobre lo que allí se juega, veamos rápidamente la evolución de los cuatro factores regionales antes señalados, dejando para un próximo libro (Geopolítica del conflicto en el Mediterráneo oriental y el Asia central) el análisis más a fondo de cada uno de los mismos. 

La alianza sirio-iraní. Se está constituyendo en el hecho principal que incita al reacomodamiento de la geopolítica regional. A partir de esa alianza la totalidad del mundo árabe-musulmán se está alineando de otra manera. Es tan importante esta alianza sirio-iraní que el Jerusalem Post, a fines de diciembre de 1997, acusó a la embajada de Irán en Damasco de ser la responsable del atentado terrorista de Luxor. Con ello se pretende, naturalmente, crear fisuras en el proceso de acercamiento entre los países árabes e Irán, en general, y entre Egipto e Irán, en particular. La alianza sirio-iraní incluye la existencia del movimiento de resistencia nacional libanés Hezbollah, quien a lo largo de este año de 1997 ha obtenido brillantes victorias militares contra el ejército judío, demostrando, una vez más, la primacía de la voluntad humana por sobre las simples manipulaciones tecnológicas, las llamadas "ingenierías sociales", o las apelaciones abstractas a la "unidad del mundo árabe".

Europa versus Turquía. El rechazo europeo a la integración de Turquía a la UE intensifica las fracturas internas de la sociedad turca. La opción laicismo oficial versus islamización popular continúa siendo la contradicción principal en el extremo oriental del Mediterráneo. La respuesta del presidente Mubarak a la provocación lanzada por el Jerusalem Post ha sido la de advertir al gobierno turco sobre la peligrosidad de su alianza militar con el Estado judío. Al mismo tiempo el gobierno sirio abre el gasoducto iraquí, lo que provocará la integración de Irak y un reforzamiento de un bloque árabe-musulmán que puede adquirir proporciones nunca vistas si nos vamos acercando hacia la región del Golfo.

Irán como eje referencial de la unidad árabe-musulmana. La VIII Conferencia Islámica de Teherán se ha constituido en el hecho geopolítico principal de la región. Por primer vez queda clarificado el hecho de que el fundamento del llamado conflicto árabe-israelí es una guerra religiosa y también una opción estratégica, y no una mera confrontación sociopolítica entre potencias coloniales y sociedades colonizadas. Personalmente pienso que sería un error interpretar la actual posición del presidente de Irán como un gorbachovismo trasnochado. Dadas determinadas condiciones, la apertura de un diálogo como el propuesto por el presidente Jatamí puede socavar sustancialmente la posición de hegemonía estratégica que actualmente mantiene el Estado judío en la región. En todo caso sigue resultando vital el mantenimiento de un "equilibrio de poder" dentro de la propia República Islámica. "El diálogo y las negociaciones con Estados Unidos atentan contra los intereses de Irán y del mundo islámico", contrapuso el Guía de la Revolución, Ayatolá Alí Jamenei (17 de enero de 1998). Si ese equilibrio de poder se rompe, entonces sí podríamos pensar que la revolución islámica ha entrado en su tramo final entrópico.

La crisis intrajudía. En forma paralela a lo ya dicho en los puntos anteriores, se intensifica la confrontación interna de la sociedad israelí, y de los sectores fundamentalistas de esta sociedad con los grupos "liberales" del lobby judío-norteamericano. Este es un hecho cuyo estudio yo inicié en libros anteriores, a partir de hechos concretos como el de los atentados terroristas de Buenos Aires, y que hoy es reconocido por muchos analistas como el verdadero centro de gravedad de todo el sistema geopolítico del Mediterráneo oriental y del Asia central.

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EL ISLAM, LOS JUDÍOS Y OCCIDENTE (3)

 

"No es paz aquella paz que entró en nosotros como un puñal"

Nizar Qabbani

 

Los crímenes genético-religiosos o el hiper-mito del terrorismo islámico 

Ahora en Occidente sabemos muy bien lo que es el mal super-absoluto. Al mal absoluto ya lo conocíamos: era esa vieja estupidez de los "crímenes contra la humanidad" cometidos sobre todo por la malvada Alemania. Aquello fue una nadería, un simple pre-calentamiento morboso de la "humanidad" no judía, en su loca carrera hacia la Perversidad Total. Ahora, y gracias a los sobrevivientes de los "nuevos filósofos" judíos franceses, sabemos lo que es el "crimen contra el género humano". La destrucción de Genos. Algo mucho más grave que la anticuada destrucción de Ethnos, practicada por los germanos, esa etnia antropológicamente diferente. Y también sabemos, por supuesto, que el "crimen contra el género humano" es un elemento consustancial del Islam. 

En Un crimen contra el género humano (Fuente: El País Digital del 2 de febrero de 1998, Nº 640, y un extenso número de publicaciones en todo Occidente, en todos los idiomas y al mismo tiempo, casualmente), el judío alsaciano André Glucksmann, antiguo teórico de la guerra de liberación campesino-maoísta, nos informa que la relación entre Islamismo y terrorismo religioso representa una lógica esencial. Glucksmann lleva hasta el límite el nuevo Hiper-Mito del terrorismo islámico argelino. "Para inmolar niños en serie hace falta una fuerza de convicción poco común. El cuchillo del asesino es un cuchillo de ritual. Su crimen es una ‘ofrenda a Dios’ y le ‘acerca al paraíso’… El terrorismo Islámico golpea cada vez más, a cualquiera, en cualquier sitio, en cualquier momento. Es teológico. Jura que purifica constantemente a la sociedad en su conjunto." 

Muchos ingenuos habían creído que en la construcción del Mito del "Holocausto" se había llegado a definir al "mal absoluto". Nada de eso. Ahora sabemos que existe un mal absoluto-mucho-más-absoluto, un mal absoluto elevado a la enésima potencia. Ya sabemos cómo se llama: crimen contra el género humano, y quién lo produce: el Islam: "Al clavar a la pequeña víctima sobre la puerta de su casa familiar, el asesino arroja a la faz del mundo la Buena Nueva que le excita: los tabúes más universales quedan anulados. No se mantiene ninguna prohibición, ni la del sexo, cuando el hermano entrega a su hermana al emir, y después a la tropa, ni la de la sangre, cuando regresa a su pueblo para purificarlo masacrando a sus parientes. La prohibición del incesto y la prohibición de la violencia sin límites son los dos vetos de valor universal que estructuran cualquier comunidad humana. Al rechazar uno y la otra, el terrorismo Islámico se eleva por encima de la humanidad, ‘hace de Dios’ y cae en la más espantosa inhumanidad". 

Ahora ya sabemos con toda exactitud quién es el enemigo, el oponente de esta guerra "intercivilizaciones". Pero ese enemigo no es el enemigo de Occidente. Es el enemigo del cáncer judío que agota a Occidente. El judaísmo ha terminado de definir, bajo su responsabilidad, al "enemigo de Occidente", con la complicidad de Occidente. Otro "nuevo filósofo" judío-francés, Bernard-Henry Levy cita nada menos que a Albert Camus: "Nombrar mal las cosas es agravar la desgracia del mundo". Hay que recordar esta frase, dice Henry Levy, "a los que se niegan a darle a las matanzas de Argelia su nombre: matanzas islamistas, cometidas en nombre del Islam, y que, sin cuestionar el Corán, siguen siendo ininteligibles, si se las separa de este horizonte ideológico-político para comprender sus orígenes" ("Democracia Directa", El Mundo, Madrid, 8 de febrero de 1998). De pronto el judío Levy deja Argelia y pasa a ocuparse de Francia, se lleva las manos a la cabeza y exclama: "¿Qué hacer ante Jean-Marie Le Pen? …El Frente Nacional… asegura ser ‘republicano’. ¡Craso error! Es un partido que, por sus ideas y por sus hombres, hunde sus raíces en el humus del doriotismo, es decir, de nuestro fascismo local. El Frente Nacional dice ser ‘ante todo francés’. ¡Impostura! Es un partido que, en todas las crisis mediáticas en las que su país se encuentra implicado, toma sistemáticamente partido por el adversario: el FIS en Argelia, Sadam Husein en Irak, los flamencos anti-franceses en Bélgica, etcétera". Querido lector, en este punto debo confesarle que yo también estoy con los "adversarios de Francia", según Levy, por lo menos con Sadam y con el FIS, para mencionar sólo lo mencionado. Cuando Levy habla de "doriotismo" se está refiriendo a uno de los líderes más capaces de la Francia de este siglo: Jacques Doriot, francés y patriota.

 

La crisis de la secularización 

El núcleo de la crisis del mundo cristiano-occidental está localizado en su securalización, es decir, en un avance ya casi irreversible de la "erosión de la Fe". El mundo cristiano-occidental ha perdido la Fe, y a partir de allí surgen las políticas sin el hombre (o a partir de un hombre des-almado o des-espiritualizado, que es lo mismo): surge el "crecimiento económico" al margen de las necesidades humanas, surge un "mundo virtual" que promete goces sin límites al margen de los sufrimientos reales del mundo real. Surge, en definitiva, lo que es hoy la cultura occidental: un hecho aberrante que se mantiene en base a una posición de fuerza material, exclusivamente. 

Asimismo, la influencia judía sobre Occidente produce una evidente distorsión sobre su percepción en torno a lo que ocurre en el mundo árabe y musulmán. A partir de su extraordinaria influencia lograda con el control de los sistemas informativos occidentales (prensa, radio, televisión, cine, editoriales, etc.), el judaísmo distorsiona la visión de Occidente, que es impulsado a pensar que los movimientos islámicos practican la "violencia terrorista" y no son más que "residuos del pasado" dentro de un "nuevo orden mundial". La política europea sobre el mundo árabe y musulmán está particularmente afectada por esa distorsión lograda por la creciente influencia del judaísmo sobre Occidente. Es por ello que en estos momentos es tan importante clarificar la posición del Islam en Occidente como reforzar la propia historia y cultura occidental contra la influencia judía. Occidente y judaísmo no son la misma cosa. Por el contrario, durante largos períodos históricos fueron realidades antagónicas. 

Cuando hablamos de diálogo entre el Islam y Occidente nunca debemos olvidar que ambos mundos, el cristiano-occidental y el islámico-oriental, sufren en estos momentos crisis importantes. La ventaja del mundo islámico-oriental es que su cultura -a pesar de haber pasado y de estar pasando por gravísimas crisis- no ha perdido el enorme valor humano de la religiosidad. La cultura islámica no se ha secularizado y ese hecho permite planificar una resistencia política y militar ante el hegemonismo occidental, cuya vanguardia es indudablemente el Estado de Israel y su ideología de Estado oficial: el nacional-judaísmo. 

No olvidemos en ningún momento que estamos hablando de la existencia de un cáncer en el interior del mundo islámico que se llama Estado de Israel. Esa realidad geopolítica, ideológica y religiosa lleva al límite, casi al paroxismo, la crisis de la cultura árabe-secular que se inicia con el triunfo de la modernidad en Occidente. La modernidad occidental se manifiesta como superioridad respecto de Oriente en todos los campos, desde la tecnología militar hasta las doctrinas políticas. Esa superioridad, que luego se transforma en hegemonía, se inicia con el fracaso del ejército musulmán otomano ante las puertas de Viena, en 1683. 

Es indudable que la actual guerra entre el mundo musulmán y el Estado de Israel es una guerra de supervivencia, es decir, una guerra religiosa. Quien caiga derrotado en esta guerra sucumbirá durante un muy largo período histórico. Esta realidad realza la importancia de la religión en tanto ideología, en general; y del Islam, en tanto ideología resistente no secularizada, en particular, frente a un judaísmo instrumentalizado en función política y estratégica por el Estado de Israel y por los Estados Unidos de Norteamérica. 

Pero otro proceso se desarrolla en paralelo. Desde hace casi tres décadas el judaísmo trata de absorber teológicamente al cristianismo y, en especial, al catolicismo. Él trata de convertirse en la ideología hegemónica del mundo occidental. En ese sentido, el mundo occidental ya no es "evangélico-católico", sino judeo-cristiano. El deterioro que produjo la secularización del cristianismo -tanto en su versión evangélica (protestante, o luterano-calvinista) como en su versión romano-católica, no fue un fenómeno ajeno a esta progresiva hegemonía ideológica que el judaísmo está alcanzando en Occidente. 

Así, mientras el mundo islámico mantiene una guerra de religión defensiva contra las agresiones de la interpretación imperialista del judaísmo, que hoy hace la dirigencia judía en Oriente Medio y en el resto del mundo occidental, esa misma dirigencia judía pretende y avanza hacia la hegemonía religiosa e ideológica en el seno del propio Occidente. 

Pero además hay otro factor que incide sobre el mundo árabe-musulmán. Es la corriente del progresismo laico europeo que sostiene que los graves problemas que hoy debe afrontar esa región del mundo no encontrarán soluciones mientras esas sociedades, las árabe-musulmanas, no adopten sistemas políticos democráticos. Los principales ideólogos de esa corriente del orientalismo europeo ignoran -o fingen ignorar- que la crisis de la democracia entendida como sistema de representación política, es uno de los núcleos de la decadencia cultural del Occidente como un todo, en los tiempos actuales. ¿Cuál es la lógica subyacente de esta intención de "exportar" un sistema que ya está en crisis irreversible allí mismo donde nació? 

Criticar esa exportación no significa negar el hecho de que las sociedades árabe-musulmanas carecen de espacios individuales de libertad. Es indudable que la práctica inexistencia de lo que en Occidente se llama "sociedad civil" es uno de los máximos escollos ante los que la historia parece tropezar en los tiempos actuales, en esa región del mundo. 

Es necesario crear y/o desarrollar esos espacios de libertad en los planos individual, familiar y social. Pero sería una catástrofe traducir "espacios de libertad" para el mundo árabe y musulmán en términos neoliberales de cultura occidental. Ni siquiera en Occidente, hoy, la "libertad" es sinónimo de "democracia". Sino más bien todo lo contrario. 

Tenemos planteado, entonces, los elementos básicos, aislados como simple operación de laboratorio, que integran un cuadro de situación extremadamente complejo: la situación religiosa, política, cultural y militar que vive el mundo árabe y musulmán dentro de un planeta en avanzado proceso de globalización económica. 

Primer elemento. En el interior de ese espacio (empleamos la palabra "espacio" en su estricta significación geopolítica) árabe y musulmán se vive una crisis de tanta gravedad que si no se la soluciona en plazos históricos razonables entrará en una curva de decadencia irreversible. 

Segundo elemento. El cristianismo (cultura) occidental está en una fase de alto deterioro secular, lo que posibilita la estrategia del judaísmo -en su versión actual de nacional-judaísmo, es decir, de imperialismo teológico y racista- tendente a apropiarse de esa cultura. En definitiva esa estrategia está orientada a transformar la cultura cristiano-occidental en cultura judeo-cristiana-occidental. En Occidente existe asimismo una relación cada vez más estrecha entre el neoliberalismo globalizante y la instrumentalización imperialista del judaísmo, lo que pervierte a la casi totalidad de los "grandes" valores occidentales, como por ejemplo, la idea de "democracia". 

Tercer elemento. La guerra defensiva que el mundo árabe y musulmán tiene planteada ante el Estado de Israel, es cada día más una guerra de religión, como lo fueron todas las grandes guerras de la historia. Estamos hablando, sobre todo, de interpretaciones revolucionarias del Islam, como el chiísmo. A todo lo largo de la historia musulmana surgieron sistemas intelectuales contradictorios entre sí. Algunos fueron elaborados para legitimar el poder establecido; otros, para combatir ese poder. Sería deseable que en la actualidad pueda lograrse una convergencia cada día más intensa entre los distintos sistemas intelectuales dentro del Islam. 

Cuarto elemento. El Islam aparece en el escenario internacional cada vez más en su exacta dimensión original: no sólo como religión sino como ley revelada. En ese sentido constituye la única cosmovisión sagrada que es al mismo tiempo libre y liberadora. Las luchas políticas y militares que mantiene hoy el Islam contra lo que yo defino como "nacional-judaísmo" -para diferenciar la etapa actual de la del clásico sionismo laico- lo diferencia radicalmente del resto de las confesiones que se refieren sólo a la "vida espiritual del individuo solitario", dejando de lado no sólo la vida social: abandonando asimismo la "vida material" a influencias extrañas a la Fe. 

Este cuadro de situación, muy simplificado, exige respuestas políticas, militares y estratégicas -en general- extremadamente complejas, tanto en su concepción cuanto en su ejecución. 

 

Respuestas a Occidente 

Es absolutamente vital comprender que el proceso de absorción teológica e institucional que el judaísmo desarrolla sobre el cristianismo (y sobre el catolicismo romano en particular) conlleva agresiones múltiples contra importantes sectores del propio mundo occidental, muchos de los cuales en estos momentos están reaccionando contra ellas, bajo diferentes formas, muchas veces solapadas. 

La estrategia de respuesta árabe y musulmana debería partir del hecho obvio de que Occidente no es una unidad, sino que por debajo de un ligero manto que finge unidad, se desarrollan procesos contradictorios. 

Esas contradicciones que sacuden hoy al mundo occidental por debajo de una delgada superficie de falsa unanimidad, son de naturaleza económica (conflictos intercapitalistas); nacionales (luchas de los Estados para sobrevivir a la globalización); geopolíticas (Estados Undios de América versus Europa, y "América profunda" contra la "costa este", por ejemplo); culturales (defensa de cada una de las identidades contra una mundialización indiferenciadora), y religiosas (reacciones cada vez más definidas del catolicismo popular, por ejemplo, contra una cúpula eclesiástica romana asociada a la globalización y a la judaización de Occidente). 

La clave de la política del mundo árabe y musulmán respecto de Occidente radica en saber desarrollar su capacidad para distinguir estas fisuras cada vez más definidas que existen en el mundo occidental. Esto quiere decir que la estrategia a implementar no puede desconocer lo que realmente sucede por debajo de la superficie de Occidente. Ante cada situación específica la respuesta tiene que ser también específica. La indiferenciación de situaciones conducirá al fracaso, y ése será tal vez el último fracaso. 

Las agresiones del nacional-judaísmo no se limitan al mundo árabe-musulmán. Existen innumerables agresiones contra numerosos Estados y culturas occidentales: en este libro hago un estudio sobre algunas de esas agresiones: en Europa occidental (Alemania, España, Francia), en Iberoamérica (Argentina) y en Rusia. Cada una de esas culturas y de esos Estados es agredido por el nacional-judaísmo en sus intentos por impulsar una globalización económica bajo su hegemonía teológica. 

Ese universo agredido es el aliado natural del mundo árabe y musulmán. Con esos fragmentos agredidos de Occidente el mundo árabe y musulmán debería articular una política y, en su conjunto, una estrategia basada en la diferenciación: es decir, en una evaluación exacta de las dimensiones particulares de cada agresión. 

La guerra religiosa defensiva que el mundo árabe y musulmán mantiene en estos momentos contra Israel, que ha adoptado una ideología de Estado basada en una interpretación teológica perversa, no debe hacer perder de vista que hay otras guerras -muchas veces ocultas o disfrazadas- en otras partes del mundo contra el mismo enemigo. 

Como en toda guerra, ésta exige disponer de un sistema de inteligencia estratégica. Es decir, de algo que en la actualidad el mundo árabe-musulmán carece en absoluto. Digamos de paso que un sistema de inteligencia estratégica es algo muy distinto de un "servicio" de inteligencia táctico. 

Ya hemos dicho que el desarrollo de una estrategia basada en la diferenciación, aplicada sobre Occidente, y sobre Europa en particular, no quiere decir, en absoluto, tener que adoptar los valores occidentales que actualmente se encuentran en crisis profunda. Muchos arabistas u orientalistas occidentales hoy hablan de la necesidad de producir una "segunda modernización", como elemento central para una salida a la crisis que vive el mundo árabe y musulmán. En mi opinión ello contribuiría a incrementar aún más esa crisis. 

Sería suicida buscar los necesarios "espacios de libertad" en un intento de "modernización democratizadora". Como lo ha demostrado hace pocos años la catástrofe soviética, existe una distancia esencial y abismal entre "democratización" e "individualización". 

La búsqueda y la consolidación de los "espacios de libertad", de individualización, es una tarea que se puede y se debe desarrollar dentro del propio Islam, entendido como lo hemos planteado hasta ahora, como una religión libre y liberadora, y como la única confesión en el mundo entero aún no deteriorada por la secularización occidental. En el Islam el hombre -el hombre individualizado- está en el centro de un mundo creado por Dios, que ha hecho de él su representante en el Universo, y que por lo tanto está dotado de facultades y capacidades especiales. 

En el origen de la crisis del comunismo soviético estuvo la cuestión religiosa; y en la decadencia de ese sistema, la "cuestión democrática". En términos reales, en el origen estuvieron un grupo de "judíos revolucionarios" (la mayoría de ellos no rusos) y, sobre todo, marginales (no asimilados, y despreciados por los judíos asimilados alemanes, franceses e ingleses), que explotan una revolución realizada en nombre de un proletariado (ruso) inexistente. En el medio de esa revolución existió un importante proceso de rusificación (Stalin) frustrado por una distorsión ideológica localizada en el nacionalsocialismo alemán. En la decadencia del proceso existió otro grupo de judíos "reformistas", que emergen del mismo seno del PCUS (más concretamente, del Komsomol), que comenzaron a construir la sociedad burguesa en una sociedad sin burguesía, y la "democracia", en una sociedad sin tradiciones democráticas en absoluto. Hoy son ellos, esos banqueros judíos producidos por el PCUS, los que controlan casi en exclusiva los destinos de Rusia. 

El llamado "socialismo real" no fue más que un socialismo pagano. Esto es, una forma política correspondiente a una cultura "primitiva". El mundo pagano -no religioso- no puede sino generar un Estado primitivo, carente de las complejidades del mundo posindustrial; incapaz de procesar esas complejidades. 

Ello produce no sólo una cultura no-democrática. El Estado pagano-primitivo fija en el tiempo una sociedad sin individualización. Así, la vida social y la individual transcurrieron, durante la época del "socialismo soviético", en dos planos separados y opuestos. Lo general (Estado, sociedad) y lo particular (individuo), discurrieron en niveles y en compartimientos estancos. Hubo un conflicto insuperable entre los dos niveles de la existencia. El Estado primitivo-pagano excluye la particularidad: la vida individual es un crimen, es decir, una oposición activa de lo particular a lo general. 

A partir de allí se buscó la "democracia" como forma de superar esa dicotomía, que sin embargo no hizo más que agudizarla. El Islam no necesita de la "democracia" para encontrar la individualización de las personas que integran la comunidad (Umma). 

La grandeza y la trascendencia histórica de la Revolución islámica en Irán, así como el enorme significado que asume la Resistencia Nacional Libanesa de Hezbollah, consiste en que constituyen hechos que emergen cuando la idea de revolución -es decir, de justicia- parecía una idea vencida en el mundo entero, y cuando la idea de dignidad y de libertad nacional parecía un mero recuerdo perteneciente al pasado. La lucha por la justicia y por la dignidad de los hombres y de los pueblos comenzó a adquirir una nueva dimensión, justo en el momento en que esa lucha parecía perdida. 

A partir de Imam Jomeini queda claro que no hay revolución sin eternidad. Que el hombre, el actor revolucionario, no es un simple eslabón en la "mecánica de la historia". Es el fundamento de un complejo sistema planificado por Dios. Pero en ese "sistema" el hombre tiene una enorme libertad y, consiguientemente, una enorme responsabilidad. Los "espacios individuales de libertad" están dentro de la misma doctrina. Así, la "cultura musulmana" adquiere una independencia y una superioridad casi total respecto de la "cultura occidental". Y ello provoca que los humillados dentro del mismo Occidente necesitan ahora de algo más que de una simple doctrina social laica, racionalista o humanista para encarar su propia liberación. 

Para Irán este es un buen momento para iniciar una apertura hacia Europa, sin ceder espacios de poder acumulados y ya consolidados, porque una hipótesis probable del escenario de futuro es la escisión del "mundo occidental". "Aunque los americanos, solos, dispondrán siempre de medios (militares) más que suficientes para actuar en solitario (….) tendrán menos intereses materiales en el mundo exterior por los que preocuparse, y el hecho de una ruptura con Europa podría hacerles retroceder a su viejo sueño de autosuficiencia hemisférica" (...) "Una ruptura euro-americana cambiaría radicalmente todos los cálculos sobre el futuro". Por otra parte, los europeos -solos- se enfrentarían a una situación mucho más difícil. Europa depende, mucho más que América, del petroleo del suroeste asiático, y está además geográficamente mucho más cerca del mundo islámico…Para enfrentarse a cualquier problema que pueda afectar sus intereses, Europa "no dispone, hasta la fecha, ni de los equipos militares ni de la unidad organizativa para defender sus intereses de forma adecuada". Y está lejos de cumplir esos requisitos en un futuro previsible (Fuente: The Economist, segunda semana de febrero de 1998). 

 

El mensaje interior 

Las "respuestas a Occidente", anteriormente expuestas, no podrían ser eficaces si en forma simultánea no se elaborara un "Mensaje interior", de cara al propio mundo árabe y musulmán. En mi opinión, esa estrategia interna debe pivotar sobre dos elementos esenciales: lograr márgenes progresivos de individualización dentro de las sociedades árabes y musulmanas, y desarrollar un liderazgo de nuevo tipo, un liderazgo hegemónico, que ya no puede buscarse en las antiguas formas en que hasta este momento ese liderazgo se ha manifestado. 

Entre los "acuerdos" de Camp David y los de Oslo, un verdadero cataclismo ha sacudido a la totalidad de las sociedades árabes y musulmanas, ya socavadas por la derrota militar de 1967. 

En términos de política internacional práctica el principal hecho esperanzador que surje en el horizonte es la Alianza que se está gestando entre Siria, Irán y el sur del Líbano. Será a partir de ella, de su profundización y de su ampliación, que se podrá estructurar un liderazgo de nuevo tipo, capaz de integrar los elementos positivos del arabismo nacionalista con los del islamismo revolucionario. 

La "arabidad" y la "islamidad" fueron hasta ahora, en muchas coyunturas dramáticas, elementos antagónicos. Sobre su aparente irreconciliabilidad fueron edificadas todas las estrategias tendentes a mantener al mundo árabe y musulmán en un estado de subordinación y de exclusión perpetuas. Por el contrario, sólo la confluencia de la "arabidad" con la "islamidad" corporizadas en Estados y movimientos de envergadura histórica, como son los de Irán, Siria y Hezbollah, podrá demostrar que aún existe capacidad de organización -es decir, de esperanza- en el mundo árabe y musulmán. Y que esa esperanza organizada, consciente de los enormes errores cometidos en el pasado es, en primer lugar, capaz de mantener una guerra de resistencia contra el agresor, en un momento de la historia en que el poder del eje Washington-Israel parece invencible. 

El poder potencial de la Alianza Irán-Siria-Hezbollah tiene asimismo una trascendente dimensión geopolítica. Representa la soldadura de dos polos geográficos, el del Mediterráneo Oriental y el del Golfo Pérsico-Índico quienes, a lo largo de muchos momentos de una larguísima historia, actuaron "a la tracción" sobre el mundo persa-árabe-turco (y, aún, sobre otros espacios contiguos, como el caucasiano y el del Asia Central oriental). Un espacio político así re-conformado es la respuesta adecuada a ciertos juegos tácticos, de alta peligrosidad, vigentes hoy en día, en los que participa activamente el ejército laico turco, aliado del terrorismo judío. 

Yo no soy musulmán ni, como es obvio, árabe, ni persa. Mi vinculación con el Islam es de naturaleza sociológica y estratégica. Desde esa perspectiva he leído y leo el Corán, donde se dice, en varias Suras, que el Antiguo Testamento o Biblia Judía (y protestante), o Torah, ha sido falsificado por los escribas hebreos. El Corán denuncia la falsificación de un libro que se ha convertido en el fundamento teológico e ideológico de un Estado criminal, el Estado de Israel. 

La "historia" de Israel que relata el Antiguo Testamento es, en un sentido estricto, una historieta. No es una historia sino una mitología, como siempre fue entendido por el catolicismo tradicional. El mismo método mitificador fue utilizado en este siglo para canonizar al "Holocausto". La crítica al judaísmo debe incluir al Antiguo Testamento. Debe partir de la Torah. Es decir debe partir de una definición de judaísmo que se atenga a la realidad: él es un hecho totalizador y totalitario: teológico, racial, económico, histórico y estratégico. Y ello, afortunadamente, es muy bien percibido por las corrientes católicas y cristiano-orientales resistentes al posmodernismo. El rol jugado por el judaísmo desde los orígenes del capitalismo finaliza en la construcción del Estado de Israel, que se fundamenta no sólo en ser la expresión regional más elocuente de la globalización del capitalismo, sino en la convicción de que existe no sólo una superioridad religiosa sino, además, una superioridad racial. 

Entonces la cuestión central es que el judaísmo se percibe a sí mismo no sólo como un hecho religioso, sino como un hecho racial, nacional y social, al mismo tiempo. De allí surge una exigencia básica para el mundo musulmán contemporáneo: ligar más estrechamente al Islam con la histórica y sistemática exclusión-explotación-destrucción sufrida por la "raza árabe-persa inferior". 

El Islam reúne muchos elementos para convertirse en el núcleo cultural de un proceso de liberación (de la raza árabe y otras etnias musulmanas contiguas, como la persa y la turca), respecto del hecho judío más trascendente de toda la historia: el espacio geopolítico actualmente dominado por el Estado de Israel. Pero carece de la fractura teológica que existe entre el cristianismo tradicional y el judaísmo: la figura mesiánica de Jesucristo. Las palabras de Jesús constituyen una ruptura total con la tradición judía. El misterio de Jesús no debe ser considerado como una tentativa de reformar el judaísmo desde una supuesta secta judía (la de los cristianos): Jesús aporta un elemento absolutamente diferente que no puede ser reconciliado con el judaísmo. Jesús revela un Dios que es esencialmente distinto a Yahvé, al Dios nacional judío que nos muestra el Antiguo Testamento. El hijo de Dios y la Virgen María han sido y volverán a ser la frontera infranqueable entre judaísmo y cristianismo. 

El espacio islámico es una de las pocas realidades geopolíticas con capacidad potencial para disputarle al imperialismo occidental judeo-cristiano el control sobre los destinos del mundo. Y veo en determinadas interpretaciones del Islam, como la del chiísmo, un sistema de pensamientos y de sentimientos muy cercanos al catolicismo popular, hoy abandonados por la jerarquía de la Iglesia Romana. 

El "llanto por Hussein" es algo conmovedor para cualquier católico que quiera vivir al lado de su pueblo, en contacto con sus hermanos oprimidos y humillados. El chiísmo expresa un sentimiento trágico de la vida muy cercano al sentido del sacrifico de Cristo, y al ejemplo heroico del Che Guevara, que no fue, en ese sentido, un simple mártir laico. 

Por cierto que la categorización de la raza árabe, y de otras musulmanas, como "inferior", coincide con el colonialismo, es decir, con el ciclo de expansión del capitalismo. El rol jugado por el judaísmo desde los orígenes del capitalismo finaliza en la construcción del Estado de Israel, que se fundamenta no sólo en ser la expresión regional más elocuente de la globalización del capitalismo, sino en la convicción de que existe no sólo una superioridad religiosa sino, además, una superioridad racial. 

En este punto coincido totalmente con Bruno Étienne: "Israel, contrariamente a lo que dicen los árabes, no es simplemente un hecho colonial clásico, reducible a los casos de Argelia y de África del Sur. Tampoco me parece que Israel sea un peón del imperialismo norteamericano. El Estado hebreo es todo eso a la vez, pero con una dimensión mesiánica, escatológica, ligada a una historia y a unos lugares particulares. Los árabes no pueden a la vez conducir la lucha antiimperialista e ignorar la dimensión metafísica de Jerusalén. Pues muy a menudo, en su política de opresión y de anexiones, Israel ha puesto en serias dificultades a sus Aliados" (Bruno Étienne, El islamismo radical). 

Es en el Estado de Israel de este fin de siglo XX, donde se verifica plenamente la gran intuición expresada por Friedrich Nietzsche, hacia finales del siglo XIX: "Los judíos son el pueblo más notable de la historia universal , ya que, enfrentados al problema de ser o no ser, han preferido, con una conciencia absolutamente inquietante, el ser a cualquier precio: ese precio fue la falsificación radical de toda naturaleza, de toda naturalidad, de toda realidad, tanto del mundo interior como del mundo exterior entero. Los judíos son, justo por eso, el pueblo más fatídico de la historia universal: en su efecto ulterior han falseado el mundo de tal modo que hoy incluso el cristiano puede tener sentimientos antijudíos sin concebirse a sí mismo como la última consecuencia judía" (4).



Notas 

1.- "El mundo comunista, por cuestiones de ambición geopolítica, eligió a Checoslovaquia como primer país para que nos vendiera armas. Lo que nos vendió Praga fueron armas tomadas a los alemanes, cazas Messerschmitt entre otras. Ezer Weizman (actual presidente de Israel) que había sido formado como piloto de caza por los británicos en la Segunda Guerra Mundial y que había luchado contra los Messerschmitt alemanes con cazas británicos Spitfire, se vio de repente en la curiosa situación de luchar … con un Messerschmitt fabricado en Alemania" (Abraham Primor, La realización incompleta del sueño sionista, en Política Exterior, Nº 61, Vol.XII, Enero-febrero de 1998). 

2.- El Diario de Moshe Sharet se publicó originalmente en hebreo, y luego se hizo una primera traducción al inglés. A comienzos de los años 80 la Association of Arab-American University Graduates, en base a los Diarios de Sharett, publicó Israel's Sacred Terrorism, que es la versión que utilizamos nosotros en este trabajo, publicado por primera vez en idioma castellano en Revista de Estudios Árabes, Nº 2, Buenos Aires, junio de 1982. Moshe Sharett. Dirigió las relaciones internacionales del movimiento sionista durante 23 años. Como jefe del Departamento Político de la Agencia Judía, desde 1933 hasta 1948. Desde 1948 hasta la "crisis de Suez" de 1956, fue ministro de Asuntos Exteriores de Israel, y primer ministro entre 1954 y 1955.  

3.- Desarrollada en base a un extenso reportaje realizado al autor por el períodico iraní Kahyan, al finalizar la conferencia islámica de Damasco (7-9 de julio de 1997), en la cual fue el único expositor no musulmán, y el único "occidental".

4.- Citado por Ernst Nolte, Nietzsche y el nietzscheanismo, Alianza, Madrid, 1995, p.125.










"Israel en tanto que estado judío constituye un peligro no sólo para sí mismo y sus habitantes sino para todos los judíos y para todos los demás pueblos y estados de Oriente Medio y de más allá de esta región."

- Prof. Israel Shahak, autor antisionista israelí.


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